16. Promesa.

18.9K 1.6K 504
                                    

El sol iluminó todo a su paso entre los gigantescos pilares de mármol. Admiraba la vista mientras bebía uno de los ricos manjares que sólo el Olimpo nos brindaba.

Zeus apareció a mi lado.

—¿Un trago tan fuerte a estas horas?

Mi mirada se puso en blanco.

No se había molestado en saludar siquiera en meses, y ahora que apareció, no salía de mi campo visual. Decir que sentía odio hacia él era bastante patético.

Era como ese molesto mosquito que no te deja en paz en toda la noche.

¿Qué penitencia estaba pagando? Yo había sido un buen Dios.

Ambos observábamos el mismo espectáculo desde lo alto.

—Escucha, Hades, esta no fue mi elección.

—Pero lo que viene sí lo será.

El apretó sus labios, frunció ligeramente el ceño y pensó muy bien las palabras con las que respondería.

—No haré nada, si es lo que te preocupa.

El sarcasmo afloró sobre mi piel, pidiendo a gritos que lo liberara.

—Vaya, eres tan considerado —ironicé—. ¿Qué hice para merecer al mejor hermano del universo?

Él me miró molesto.

—Eres tan idiota.

—Y tú tan imbécil.

—¿La pelea mañanera? Qué milagro con ustedes dos, par de trogloditas.

Hestia llegó a nuestro lado con aquel largo pijamón de seda de un elegante azabache. Se colocó en medio de los dos y ahora éramos tres observando el amanecer.

—¿Qué sucede? —preguntó enseriada—. No puedo sentir lo que el resto de las personas siente, como tú, Hades; pero no estoy ciega.

—Sólo nos odiamos, hermanita —Sonreí voraz, dando un sorbo y perdiendo la mirada en aquel cielo brillante—. ¿No lo habías notado?

—Yo no te odio —aseguró Zeus, carraspeando la garganta—. Ni siquiera eso te mereces.

Se fue.

Sonreí aún más.

—¿Por qué son así? Perséfone no lo vale —bufó ella, estampando su juzgadora mirada sobre mí.

No la miré.

—Esto viene desde antes, Hestia. No le adjudiques oro a la mierda.

Y así, yo también huí; entregándole mi bebida, dejándola sola.

Me dirigí hacia la habitación de aquella mujer que lo único que se había dignado a hacer, era poner mi mundo de cabeza. Llevaba un par de bocadillos sobre una charola, nada excepcional, pero sí algo que le fascinaría.

Toqué y pronto, su rostro ya se encontraba frente al mío, ansiosa. Sin embargo, al ver la comida se relajó.

Sonrió.

—¿Me trajiste toda la cocina?

—Son sólo unos cuantos bocadillos, perdón. Habrá más comida en un momento.

Ella frunció el ceño.

—¿Habrá aún más comida? —Sacudió la cabeza para despejar—. ¿Todos comen tanto como tú?

La enfoqué, alcé una ceja.

—Tú comes una miseria.

Debido a que Jade tardaba años luz en comer, no me quedó más opción que observarle mientras ella no paraba de hacer preguntas... sin siquiera importar que su boca estuviera llena de alimento.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now