39. Una eternidad.

10.6K 931 452
                                    

Esa moneda estaba maldita por el destino, el causante de cada acto en el universo. 

Llegué al Olimpo en un parpadeo y Apolo fue el primero en aparecer frente a mis ojos.

—Creí que no ibas a regresar en un largo tiempo.

—A veces, hasta yo me sorprendo. —Sonreí a boca cerrada, amargo—. ¿Dónde están?

—Tus hermanos en batalla, el resto en la tierra. Yo vigilo nuestro hogar.

Él siempre tan servicial. Por algo Zeus confiaba más en él que en sus propios hermanos. 

—¿Dónde están?—repetí.

—¿Planeas ir? Dejaste claro que la situación te importaba un carajo.

Chasqueé la lengua.

—Y lo hace, es solo que perdí contra mí mismo al lanzar una moneda al aire.

Pude sentir la molestia que lo abordó porque sabía que yo era honesto. Mi forma de ser le causaba conflicto a Don Correcto, quien siempre me había etiquetado como el Dios más inmaduro y estúpido. Yo, sinceramente, le adjudicaba ese puesto a Ares, pero, de igual forma, me importaba una mierda lo que Apolo pudiese pensar.

—Vete al Inframundo, Hades. No tienes nada que hacer aquí. Ellos podrán lidiar contra Crono y tú seguirás regocijándote en tu lamentable cueva.

—Bueno, mi amor, no es tan lamentable. Te invitaré algún día para que la conozcas —solté jocoso. 

Él odiaba que yo lo llamara así y me daba placer sentir su odio.

Suspiró para tranquilizar sus adentros.

—Solo sal de aquí.

—Iré a la batalla, dime dónde están—ordené.

Él se limitó a verme. 

Para ser honesto, solíamos ser muy buenos amigos; los mejores, me atrevo a decir. Fue así hasta que logró cautivar a Zeus y entonces comenzamos a flaquear en nuestra relación. Yo tuve la culpa, lo acepto, pero ahora me importaba un carajito.

—Apolo, me está creciendo barba. ¿Pudieras apresurarte? No tengo todo el tiempo del mundo.

—Dame un buen motivo para hacerlo, Hades.

—Conmigo ganarán más rápido y todo volverá a la normalidad. Final feliz, todos contentos. Hip -hip ¡hurra! —Alcé mis puños con escepticismo.

—Se encuentran en el mismo lugar donde lo enfrentaron antes. —Dio media vuelta y comenzó a partir, pero más allá, se detuvo—. Hades...

—¿Uh huh?

—Cuida a Jade.

Mi ceño se frunció por completo, mi corazón quiso latir rápido.

—¿Por qué?

—Porque te necesita.

Él desapareció, y yo lo hice también con la preocupación latente en mi pecho, pues Apolo podría ser mucho, pero siempre era acertado en sus palabras y éstas realmente me asustaron. Temía que algo le pudiese pasar a Jade, a fin de cuentas, seguía siendo el amor de mi vida, ¿no es así?

Llegué al río Jordán en cuestión de segundos y desde la distancia pude observar cómo cada uno de ellos se ocupaba de algo importante en la batalla. No sólo era Crono, el ejercito de Ares también estaba ahí. Pero no él, él no se veía por ningún lugar.

Cobarde.

Identifiqué a Jade a la distancia y no dudé en acercarme.

El Olimpo: HADESKde žijí příběhy. Začni objevovat