30. Rio

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Un molesto Zeus decidió dirigirse hacia la habitación de Lila para enfrentarla con toda su ira brutal. Después de un fuerte suspiro, Poseidón y yo caminamos tras él para frenar cualquier impulso que se le botara.

—Si no abres la maldita puerta, ¡juro que la derribaré! —Golpeaba con fuerza la madera.

Me coloqué por delante y Poseidón a su espalda, entre ambos, lo tomamos para alejarlo de la puerta de la rubia.

—Déjala, tiene sus motivos.

—Oh, no. No desperdicié mi puto día en sus juegos absurdos como para que no me dé lo que quiero.

—¿Quién es Segury?—preguntó Poseidón con la curiosidad a flor de piel.

Zeus intentó calmar su coraje. Tomó aire con alta gracia y reacomodó su chaqueta.

—Tengo entendido que es un semidios.

Mi ceño se frunció de golpe.

—Pero qué mierda...

—No estoy seguro, todo va ligado con la maldita profecía de Apolo y por eso necesitamos encontrarlo. Él me dará información importante.

—¿Cómo supiste que Lila lo conoce?

—Hablando con Jade. Lo mencioné y, bueno, ese nombre no es muy común.

—¿Y Jade no pudo decir dónde encontrarlo?—inquirí.

—Ella dijo que... esta maldita niña lo sabría —terminó con el coraje nuevamente brotando de él con fuerza.

Tomé gran cantidad de aire y alcé mi mano para impedirle acercarse hacia la habitación de la rubia.

—Lila no te dirá nada, lo sentí. Ese sujeto, sea quien sea, no es bueno para ella.

—¿Y eso importa?

—Claro que importa, Zeus. No puedes ir destruyendo personas solo para tu beneficio.

—Si la profecía lo dicta, no es sólo para su beneficio —agregó Poseidón y Zeus me miró como si el sirenito tuviera la verdad absoluta—. Intentaré hablar con Lila.

Quizá era lo mejor, así que Zeus y yo aguardamos pacientemente en la estancia hasta que, veinte minutos más tarde, él regresó.

—¿Conseguiste que hablara?

Poseidón suspiró derrotado.

—No en realidad.

—Oh, la torturaré hasta que... —masculló Zeus con coraje, levantándose de golpe, pero imité su acción y me coloqué frente a él para impedir su paso—. Quítate, Hades.

—Seré yo el que lo intente esta vez.

No permití objeción alguna, conocía perfectamente los salvajes métodos de mi hermano y no dejaría que se acercara a ella. Caminé con tranquilidad hacia la habitación de Lila y toqué su puerta cuando ésta apareció frente a mí.

—¡No diré nada!

—Lila ábreme, sólo quiero hablar.

—¿Traes mi cheeto?

Buceé entre mis bolsillos con un ojo más pequeño y la lengua de fuera hasta que mis dedos tocaron algo.

—Tengo una menta.

Escuché cómo el seguro de la puerta fue removido antes de ver a una furiosa Lila frente a mí.

—¿Insinúas que tengo mal aliento?

Torcí el gesto.

—En realidad, sí. Apestas a vodka, cerveza y bloody berries.

Me acechó con la mirada, arrebató la menta de mi mano y la masticó en cuestión de segundos.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now