23. Giro.

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Todo se fue al carajo, y no fue por culpa de Lila, sino, mía.

Ella se quejaba mientras caminábamos por las frías calles de Groenlandia.

—Ay, ya estoy muy cansada ... y congelada.

—Te dije que te quedaras, pero no, la señorita quería ir detrás de mí, pegada como si fuese un maldito chicle masticado. Aquí están las consecuencias, así que no tienes derecho a decir ni una sola palabra, ni gestos ni miradas —solté después de aprenderme esa canción que no paró de cantar por horas.

—Entiéndelo, hago esto porque quiero encontrar a mi amiga.

—¿Y qué demonios pretendes hacer? Además de quejarte, cantar y hablar por todo.

Ella frunció el ceño, se detuvo y cruzó sus brazos como si una niña pequeña la poseyera para hacer un berrinche.

—Ya deja de ser tan cruel conmigo. La enojada entre nosotros soy yo, tú sígueme tratando como lo hacías antes.

—No jodas, Lila —solté entre divertidas risas, ¿qué otra cosa podía hacer?

—Te juro que jamás te diré con quien salió Jade los días que estuvo en Grants.

Mi humor cayó hasta los suelos. No fue fácil para mí soportar sus palabras porque sabía que había pasado, y si lo decía con aquel tono, era porque ese encuentro me afectaba directamente.

Me acerqué a ella peligrosamente, obligándole a estamparse contra la pared.

—Dilo, ahora.

Sentía su miedo, también lo veía. Lila estaba aterrada de mí. Tragó amargo y fijó sus claros ojos sobre mis oscuros.

—No te lo diré aún, pero te molestará.

Formé un puño en mi mano derecha y golpeé con gran fuerza a su lado, fracturando la estructura.

—Dilo ya , carajo.

Ella negó. Miedosa, pero valiente al mismo tiempo. Qué sexy.

—Sigamos buscándola. —Se agachó y salió en cuclillas de mi agarre—. Quiero mi navidad con ella.

Dioses del Olimpo, tengan misericordia de su servidor.

Continuamos la travesía, y por alguna extraña razón, Lila se mantuvo en silencio. Tanto, que incluso extrañé su chillona y molesta vocecita. Quizá mi plegaria funcionó.

—¿Te digo algo?

—Si no es el nombre del idiota con el que Jade se encontró, mejor ahórratelo.

Ella frunció el ceño.

—El más idiota de todos, eres tú.

Puse mis ojos en blanco y suspiré antes de detenerme. Mi instinto captó algo, yo... ahora sí sabía que estaban cerca. Empecé a correr, Lila me miró por un momento hasta intentar alcanzarme, pero por supuesto, la pobrecilla no lo logró.

Arribé hacia una vieja y congelada fábrica. Suspiré. Sentía algo, aunque no estaba exactamente seguro de lo que era.

—¡Hades!

Ay, mierda.

—¿Tú qué haces aquí? —mascullé.

—Me comuniqué con Poseidón, dijo que algo no estaba bien...

—¡Hermanos!

Hestia y yo giramos hacia él en un mismo movimiento, estaba solo. Mi enojo no tardó en hacerse presente, me acerqué a él con toda la furia existente capturada en mis puños y lo sujeté del pecho, haciéndolo subir por los aires sin soltarlo.

El Olimpo: HADESحيث تعيش القصص. اكتشف الآن