22. Búsqueda.

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Pensaba en Poseidón una y otra vez, quizá en algún momento podría comunicarme con él y soltarle una sarta de maldiciones hasta que rogara piedad del otro lado mientras sus oídos sangraban.

Eso sería tan bonito.

Pero no lo lograba. Maldición. Él no lo permitía y eso más que desesperarme, empezaba a molestarme.

—¡Pero es que tú no entiendes!—reclamó Deméter al ver a la pobre y temerosa Lila a mi lado, sujetando mi brazo como si fuese una sanguijuela.

—No fue mi idea.

—Solo esto nos faltaba. Ya parecemos hotel de mortales —bufó Hestia y se acercó a ella—. Regresa a tu hogar o me encargaré de que tu existencia sea miserable.

—Basta, Hestia —pidió Hera con aquel dulce tono—. Necesitamos encontrar a Poseidón, no pueden estar en este estúpido juego de niños pequeños cuando estamos en medio de una guerra.

—¿Qué te sorprende? Los tres siempre han sido unos inmaduros.

—Cállate, Deméter —musité.

—La verdad duele, hermano.

—Iré a buscarlo.

—No, Hades. Irás al inframundo —ordenó Hera—. Nosotras nos encargamos de él.

Negué rotundamente.

—Se llevó a mi novia, yo lo encontraré.

No di objeción a más. Demonios, en verdad odiaba a ese estúpido sirenito. ¿qué se creía? No podía tomar a Jade y salirse con la suya como si nada, sin consecuencias.

¡Sobre mi cadáver!

—Hades...—Escuché pronunciar a Lila con un tono bajo de voz. Le aterraba la situación en la que se encontraba—. ¿Crees que puedas encontrar pronto a Jade?

—Lo haré.

—¿Y crees que podamos pasar navidad juntas?

Mi gran ceño fruncido la abordó.

— ¿Por qué te importa tanto?

Esa pregunta no fue simplemente aventada. La respuesta le hacía sentir miedo, pero mucha más tristeza. Ella en verdad la deseaba a su lado para estos días, con todo su corazón.

Bajó la mirada, jugó con sus dedos.

—Ella es todo lo que tengo, Had. Navidad es importante y no quiero estar sola. No sin ella.

Un fuerte suspiro me abandonó.

— La encontraremos.

No dije más, no haría una promesa que quizá no podría cumplir. Mis muchos siglos me habían costado mantener la honorable reputación de mantener mis promesas.

Hice una lista de posibles lugares a los cuales Poseidón pudo haber huido con mi mujer.

Era hora de una excursion.

—¿A dónde iremos?

—Yo iré. Tú te quedas.

—¿Siempre serás igual de idiota, fuckgod? Yo voy, y fin de la discusión.

—Atlantis es una de las opciones —avisé—. ¿En verdad piensas acompañarme?

Su asombrado rostro me miró estupefacto.

—¿Atlantis existe?

Mis cejas se inclinaron con gracia.

—Por supuesto, eso todos lo saben. Es historia básica, niña.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now