38. Indeciso.

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Caminaba con rapidez de un lado hacia otro mientras mis manos viajaban desde mi cintura hasta mi cabeza una y otra vez. Me encontraba indeciso, irresoluto, dudoso, vacilante o cualquier otro sinónimo que los mortales le hayan querido agregar al significado de no saber qué demonios hacer con tu vida en ese momento. Pensaba en todas las posibilidades existentes mientras la energía que se emanaba desde arriba hacía temblar el Inframundo.

La única verdad absoluta en mi cabeza era que me importaba una reverenda mierda la disputa que hubiese en los cielos contra Crono. Estaba seguro de que la victoria era para nosotros, Zeus se había encargado de ello -como siempre-. Sin embargo, siempre existe un pero en las cosas, y en este caso, el maldito "pero" era Jade. Ella también estaba allá en su primera batalla. Yo estaba acá abajo. 

¿Correría peligro? 

¿Sabría actuar frente a Crono, Ares y todo su ejército?

Neh.

Ella ya no era la niña indefensa que tuve el placer de conocer al inicio.

¿Placer? 

La palabra retumbó en mi cabeza. 

Placer, placer, placer. 

¿En verdad fue un placer?

Carajo.

Sí había sido un placer. Debía admitirlo, a pesar de estar tan molesto con ella. Tener la oportunidad de estar con Jade Torrence antes de que toda esta mierda sucediera, fue el boleto dorado que no necesitaba -según yo-, pero que de alguna manera me llegó. La atracción que sentí hacia la futura Diosa, se convirtió en un sentimiento real a medida que la fui conociendo.

La quería de verdad.

Tomé una gran cantidad de aire.

—Subiré a la tierra —dije al pasar por un lado de Caronte.

Una enorme sonrisa de satisfacción se mostró en su rostro.

—¿En serio? Fantástico, no olvides tu casco.

—Iré a Grants.

Él frunció el ceño, confundido.

—¿A qué vas a Grants? No tienes nada por hacer ahí.

—Si tengo.

Partí sin más y la casa donde Jade solía vivir apareció frente a mí. Lo pensé un poco, pero terminé decidido a entrar por aquella ventana con las cortinas danzantes.

Simple nostalgia.

Viajé la mirada por la habitación. Ya no era la misma, había sido remodelada. Seguramente alguien más ya la habitaba o Lila simplemente quiso cambiarla; el estilo de Jade jamás fue su estilo. Continué mi camino y salí por la puerta. Observé el pasillo de lado a lado y fui rumbo a la cocina. Caminaba tranquilo mientras encendía un cigarrillo. Inhalé. El humo salía por mi boca lentamente cuando... algo golpeó mi cabeza con gran fuerza.

—Mierda —mascullé.

—¿Hades? ¡¡¿Qué carajos haces aquí?!! Demonios, pude matarte—soltó Lila con un palo de golf en sus manos temblorosas.

Fruncí el ceño.

—Me tiraste el cigarrillo.

—Por todos los cielos —soltó agitada.

—Tranquila, Lila. No me puedes matar —dije cuando entendí que el remordimiento por haberme golpeado era grande.

—¿Qué haces aquí?—repitió, pero esta vez curiosa.

Colocó el palo de golf por un lado.

—Vine para hablarte sobre Jade.

Su ceño se fue frunciendo poco a poco.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now