24. ¿Una oportunidad?

12.9K 1.1K 224
                                    

Las horas transcurrían. Jade seguía escondida dentro de su habitación, irradiando molestia pura. Yo me entretuve jugando con una pelota de hule. Mientras cachaba y aventaba, mi mente empezó a divagar, hasta que un nuevo escenario apareció en ella.

Me encontraba en un abandonado y tétrico parque de diversiones, donde el frío viento chocaba contra mi rostro. Sólo se escuchaba el ruido de algunos viejos y oxidados metales rechinando.

 Sólo se escuchaba el ruido de algunos viejos y oxidados metales rechinando

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Pegué un gran suspiro.

—¿Por qué eres tan dramático?

Sabía exactamente quién era. La única persona que mi mente pensó en ese momento. Una media sonrisa apareció en mi rostro al no obtener respuesta.

—¿Me extrañas? Digo, solo bastó un segundo de ti en mi pensamiento para aparecer aquí.

—Cálmate, Hades. No eres tan importante.

Mi mirada viajó por todas partes, pero no lo pude encontrar.

—¿Qué quieres? —pregunté con seriedad.

—Sé que tienes a Jade en el Inframundo.

—¿Y?

—Sácala de ahí.

De nuevo sonreí, esta vez victorioso.

— Lo siento, hermano, pero aquí estamos bien. ¿Qué digo bien? Fantástico, fabuloso. Podemos amarnos libremente sin la presencia de ustedes.

En cuestión de segundos, su fétida presencia apareció frente a mí.

—No me hagas repetirlo dos veces—gruñó—. La quiero fuera de tus dominios.

—No sigo órdenes, Zeus. Mucho menos de ti.

—¿Acaso piensas que no sé lo que intentas hacer?

—¿Acaso piensas que me importa lo que tu cabeza loca se imagina?

Él me fulminó con la mirada. Serio, pero al mismo tiempo endemoniadamente enojado. No soportaba que las cosas fueran de esa manera y a mí me satisfacía sentir todo eso que él también.

—Jade no es como tus otras mortales. No puedes hacerle lo mismo.

—Jamás dije que lo fuera. Además, tú estabas de acuerdo en que viniera, ¿qué lo cambió?

—Muchas cosas lo cambiaron —dijo, sin intenciones de decir más allá.

—Que la quieras en tu cama no es una opción.

Él me miró, con esa superioridad que tanto detestaba en él. Se creía mejor que el resto, cuando quizá, era el peor de todos. Cuando él sabía perfectamente que yo era mucho más fuerte que él y con mayor derecho a lo que él poseía. Ese era el puto problema que tenía conmigo. Su rivalidad hacia mí nacía desde el miedo a que, si yo quisiera, podría quitárselo todo. Desbancarlo y dejarlo en la miseria. El pendejo no había podido entender que yo jamás había querido lo que él tenía, ni lo querría. He ahí el origen de nuestra constante confrontación.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now