15. Ella es Jade.

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Me encontraba a las afueras del Monte Olimpo, sentado y con los brazos recargados en mis rodillas. Observaba con aburrimiento la manera en que Jade caminaba de un lado a otro con nerviosismo; incrédula, asustada, loca y... vomitada.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —gruñó con desespero.

Mi mirada se achicó un poco después de enfocarla, como si su luz me encandilara mientras proseguía:

—Y, ¿no pudiste hacerlo de una manera más sutil? Es decir, ¿una super pelea con tu hermano? ¿En serio? Ni siquiera Marvel se ha atrevido a tanto...

Llevaba veinte minutos así, reclamándolo todo, haciendo una zanja sobre el suelo y yo, mirándole desde el mismo lugar.

—¿Terminaste? ¿Podemos entrar? Tengo hambre.

Ella soltó un gruñido de frustración hacia el cielo, levantando sus manos y rogando mi pronta muerte dolorosa en la que se hiciese justicia por ocultarle la verdad de mis orígenes.

—Al menos adviérteme qué es lo que me voy a encontrar ahí adentro —señaló rabiosa.

—Mm...

Pensé la respuesta un momento, contrayendo mis labios.

—Sólo verás a casi todos los Dioses y semidioses que existen en este mundo.

Su mirada se abrió, sus cejas se alzaron y sus labios se separaron sutilmente. Por mi parte, me levanté y tomé su equipaje, listo para atravesar las enormes rejas de oro.

—Sígueme, a menos de que prefieras pasar la noche aquí.

Inicié el camino tras cruzar aquellos majestuosos barandales. Ella, sin pensarlo dos veces, corrió detrás de mí y en cuestión de segundos ya se encontraba a mi lado, siguiéndome el paso.

Sentí su nerviosismo y me deleité observando cómo veía asombrada cada lujoso y espectacular detalle del lugar.

—¿Te gusta? —pregunté, pero ella no respondió, seguía embelesada—. Ya no es mi hogar, pero lo fue alguna vez.

Jade interrumpió su tour y me miró con curiosidad, más un poco de confusión.

—¿Qué dices?

—Vivo en el inframundo —aclaré—. Ya sabes, almas, lamentos, oscuridad, fuego y azufre.

—Es mejor llamarlo infierno —dijo ella con naturalidad.

Me sorprendió su pronta capacidad para sobrellevar todo el lío y continuó observando a lujo de detalle cada cosa, cada esquina, cada decoración. No fue hasta que un par de siluetas se posaron frente a nosotros, que interrumpieron nuestro camino y su admiración por el lugar.

—Hades.

La seriedad que Deméter mostraba, claramente advertía lo mucho que deseaba cortarme la cabeza. Hera, a su lado, portaba una sonrisa repleta de emoción.

—Tú debes ser Jade —dijo mi pequeña, acercándose prontamente para sostenerla entre sus brazos un segundo—. Me llamo Hera, soy hermana de Hades. ¡Mucho gusto!

Sus ojos se veían chiquitos gracias a la enorme sonrisa que llevaba puesta. Jade no lograba concebir lo que había frente a ella.

—Ella es Deméter —presenté al saber que de su parte no saldría absolutamente nada.

Deméter la observó. No estaba feliz y se notaba, lo sentía y, más importante, lo demostraba.

—Eros ha regresado —dijo en respuesta, mirándome fijamente.

Observé a Deméter. Mi rostro se desvaneció y mi corazón se paralizó un momento por la noticia.

—¿Cómo es eso posible?

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now