34. La cabaña.

10.2K 910 138
                                    

—¡¿Dónde te escondes, maldita rata?! —vociferaba con coraje en busca de ese animal al que le arrancaría la cabeza con toda la satisfacción del mundo.

Atraje a muchas personas con mi escándalo, primeramente a Hera.

—Hades, hermano...

—Si no me dirás en dónde está, ¡largo!

La frase "Zeus acabó con Jade" resonaba una y otra vez en mi mente a sabiendas de que el maldito rondaba los mismos pasillos que yo, que estaba cerca; lo podía sentir.

Mis manos temblaban y mi mente volaba al idear mil y un maneras de hacer sufrir a ese miserable y perverso ser que se atrevía a llamarse Dios.

No lo había entendido antes porque mi cabeza no podía aceptar lo que en realidad sucedió, pero, ¿cuándo fue que el marcador se volteó de esta manera?

El segundo agregado fue Poseidón. 

Me seguían como pequeños patitos a mamá pata.

—Hermano, yo te apoyo.

—Gracias —ironicé.

—¡Basta! —agregó Deméter y ahora eran tres patitos.

—Yo no extrañaré a esa chica pero, ¿por qué carajos Zeus debe ser siempre un miserable con cada uno de nosotros?—gruñó Hestia, siendo la última de los patitos que se agregó por detrás—. Además, se supone que él la amaba, ¿cómo pudo ser capaz de hacer algo tan bajo? 

Dio inicio una discusión entre los cinco sin detener el paso y yo liderando a la manada, hasta que la voz de aquel indeseado nos interrumpió fuerte y claro. Estaba de pie frente a nosotros como si nada hubiese sucedido. Como si yo no quisiera desterrarlo...

—¡Cállense todos!—exclamó con la molesta soberbia que le caracterizaba en su expresión—. Debemos irnos, ahora.

No me importó lo que dijo, ni siquiera lo escuché.

Apreté mis puños y el fuego en mis ojos fue verídico. Tomé todo el coraje, la tristeza, la impotencia y el dolor que su simple acto causó y destruyó en mi interior, y lo canalicé hacia él en un rápido movimiento que terminó en un fuerte puñetazo que lo desestabilizó.

Estoy seguro de que nadie en su puta existencia lo había golpeado tan fuerte como yo lo estaba haciendo en ese momento.

Cayó al piso y me coloqué sobre él para seguir golpeando con todas mis fuerzas. Lo dejé indefenso, no lograba defenderse siquiera. Mis sentimientos eran tan sólidos, que la descarga pudo ser fatal si tan solo él pudiese morir.

—¡¡¡Te voy a mandar al tártaro maldito hijo de puta!!!

—¡Basta ya! —gritó una Hera con desespero, interponiéndose entre nosotros y recibiendo accidentalmente en consecuencia un fuerte golpe de mi parte.

Me hizo detener.

Por un momento, todo lo que hizo ese animal inmundo se borró de mi mente.

Le miré arrepentido, acongojado.

—Hera... —susurré—. Lo... siento, lo...

—¡Pedazo de imbécil! —reclamó Zeus, reincorporándose hasta llegar a ella y la sostuvo entre sus brazos. Desde ahí, nos miró a todos—. Ares está a punto de aparecer y no debemos estar aquí en ese momento. Nos vamos —ordenó.

¿Quién se creía?

¡Carajo!

¡¿Quién demonios se creía ese bastardo?!

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now