17. Somos tres.

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Un poco de tiempo entre hermanos no caía nada mal; no con Hestia. Charlábamos en uno de los grandes y majestuosos balcones del Olimpo mientras disfrutábamos de la gloriosa vista que éste nos brindaba junto a la luz del alba.

Sinceramente, era lo que más disfrutaba del lugar. La vista. Nunca me cansaría de ella.

—Y fue entonces cuando ella lo abofeteó. Realmente bochornoso, digo, ¡sus cinco novias estaban presentes!

Reíamos mientras contaba una dramática escena que había visto en uno de sus viajes a la tierra. La diversión fue nuestra hasta que un sirenito entrometido apareció para terminar con el buen momento que se había creado entre nosotros.

—Cuánta felicidad desbordan.

Puedo jurar que un par de sardinas flotaban sobre él, formando un halo.

—¿Dónde estabas? Ayer no te vi en todo el día—dije, pasándole una bebida.

—Acompañé a Afrodita a la tierra, seguíamos una pista hacia los mellizos. Aunque hubo algunos imprevistos.

—Puedo imaginar el tipo de imprevistos que tuvieron—murmuró Hestia, dándole un trago a su bebida.

Sonreí divertido, burlándome de la vida sexual de mi hermano.

—¿Por qué ustedes dos sólo piensan en eso?—reclamó.

—Creo que estamos necesitados, hermano —compartió Hestia—. La chica de Hades simplemente no cede y yo, bueno, digamos que estoy en castidad momentánea.

Los ojos de Poseidón se colorearon de blanco antes de sacar un bufido.

—¿Y por qué eso es mi culpa?

—¡Hola!—saludó Hera con su radiante sonrisa mientras sus brazos atesoraban a Poseidón—. Oh, te extrañé tanto, hermanito.

—¿Qué está haciendo Zeus?—pregunté curioso.

—¿Por qué deseas saber? ¿Le arrancarás el cuello? —bromeó Deméter, incluyéndose en la escena.

—Bueno, en realidad...

Empezó a decir Hera, pero no logró terminar. Fue interrumpida por la voz de aquel arrogante y despreciable ser.

—Es grato que todos estén reunidos aquí.

Volteé la mirada y preferí observar el cielo. No verle era lo mejor que podía hacer, de esta manera, la molestia no era tan monumental.

—Hermanos, la lucha está cerca. Debemos estar unidos.

Una cruel risa brotó de mí.

—En verdad no tienes vergüenza, ¿cierto?

—No empieces, Hades —solicitó Hera.

—Así son las cosas, hermana. Y si no las quieres escuchar, puedes irte —espeté.

—No la molestes. —La defendió Zeus. Ellos eran el par inseparable, tan leales entre sí que jodían mi existencia—. Continúo. Debemos ir con los cíclopes, prometieron hacernos una ofrenda especial a los seis.

—¿Cuándo iremos?—curioseó Deméter.

—Mañana, a primera hora.

Todos asintieron ante el nuevo plan que había brindado el Dios del rayo, excepto yo, por supuesto.

—¿Cuánto demoraremos?—pregunté.

Zeus achicó la mirada y me enfocó, la molestia empezaba a crecer.

—¿Te importa? Nos darán un obsequio.

—No voy a dejar a Jade sola, mucho menos con Perséfone merodeando por los pasillos —aclaré.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now