18. Ares.

19.2K 1.4K 527
                                    

La presión en el pecho se sentía cada vez más fuerte. Mi mente daba una y mil vueltas pero no lograba resolverlo. ¿Cómo podríamos hacerlo? Nos encontrábamos en uno de los grandes balcones, sólo nosotros seis, tratando de encontrar una solución para la infortunada situación.

—Es Ares, sin duda—dijo Hera.

—En todo caso, me parece extraño que nadie haya visto ó escuchado nada —agregó Deméter.

—A mí me parece aun más extraño que este par muestre interés por la mortal. Digo, de este troglodita lo entiendo. —Hestia me señaló—. Pero, ¿ustedes dos?... Tú, especialmente.—Señaló una vez más, enfatizando a Zeus—. ¿Qué sucede?

Los tres compartimos un par de miradas, negándonos a confesar lo que realmente estaba sucediendo. Yo por coraje, Zeus por orgullo, Poseidón por vergüenza. Además, perderían la poca cordura que les quedaba y eso sería una catástrofe.

—¿Eso qué significa?—preguntó Hera, curiosa y confundida.

—¿Qué cosa?—respondió Zeus con ingenuidad.

—Esas miradas —aclaró, y por inercia, nos miramos una vez más— ¡Justo eso! —señaló prontina.

—Tanto siglo XXI te está volviendo loca, Hera. Deméter, no permitas que vuelva a bajar a la tierra —advertí.

—Oh, no, señor. Yo también vi esas miradas. ¿Qué sucede con esa mundana?

Las tres mosqueteras se colocaron frente a nosotros, decididas. Sus brazos estaban cruzados y exigían respuestas claras.

Zeus achicó la mirada, acechándolas.

—No sean ridículas, parecen novias tóxicas—agregó.

—Hades...—Me llamó Hestia, señalándome con el dedo acusador.

Uh, pude sentirme intimidado.

—¿Sí? —cuestioné y levanté una de mis cejas. Hestia me aventó a cambio esa mirada de "dilo ya, imbécil", a la que tanto cariño le tenía—. No hay nada por decir.

—¿Que no hay? ¡Poseidón ni siquiera ha abierto la boca!—gruñó Deméter—. No podemos hacer un equipo, si no hay equipo en realidad.

—Ay, por todos los cielos, Deméter. No seas tan dramática. Como si la chica te importara uno de tus cabellos —espetó Zeus.

—Me importa un carajo, pero sabemos que hay algo con ella y ustedes no lo quieren decir.

—Las tres nos damos cuenta, no estamos locas. Por favor, compártanlo con nosotras, no nos dejen fuera porque las cosas no podrán funcionar así—clamó Hera, acongojada y respetuosa.

Era la sabiduría andante.

Zeus se acercó a ella y acomodó un mechón de su cabello. Quise vomitar, ¿cómo es que eran tan cursis juntos? Y él una mierda con el resto... par de melindrosos.

—No tienen de qué preocuparse, ¿entendido?

Alzó la mirada hacia el resto de ellas con gran seriedad.

—Con eso sólo puedes comprar a Hera. Perdón hermano, pero no basta —agregó Hestia, molesta y con justa razón.

—¡Zeus y yo nos enamoramos de Jade! —escuchamos cómo Poseidón exclamó de repente, acompañado de una gran bocanada de aire, como si las palabras estuvieran atoradas en su pecho y después de tanto intentar, por fin salieran.

Nosotros le miramos de golpe, reprendiéndole.

Ellas abrieron sus ojos a tope. Hera cubrió su boca, Deméter casi cae desmayada y Hestia quedó inmutada.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now