Diecisiete de octubre

24 0 1
                                    

Maya lleva como media hora removiendo su cola con gin-tonic con hielo y pajita sin apenas pestañear ni hablar y retorciéndose el mismo mechón de pelo, y está empezando a sacarme de quicio. Le sirvo la copa a uno de los clientes más habituales que viene al bar de papá cada noche y me acerco a mi mejor amiga suspirando.

—Está buenísimo —señala, mirando a Zach, uno de los diez trabajadores.

Soy la única chica aquí.

Stone Bar fue abierto por el abuelo de mi padre en el lugar en el que ahora se encuentra. Y de alguna manera, eso significó que al abandonar mi ciudad natal, el destino elegido por mis padres fuese este. Tan pronto como cumplí los dieciséis, tuve que ponerme a atender clientes y servir bebidas sin alcohol los fines de semana y alguna que otra tarde de entre semana.

—Maya... —Ruedo mis ojos—. ¿En serio? —Dejo el trapo en la barra—. ¿No tenías novio?

Me mira enarcando sus cejas.

—¿Y? Actúas como si fueras mi madre... —Se medio ríe.

No es capaz de mantener su mirada puesta en mí por más de diez segundos, no mientras Zach prepara los cócteles y sacude todos sus músculos.

—Tienes novio —le recuerdo de nuevo.

—Kaylee, solo míralo una vez y admite que está bueno. Además, estoy conociendo a un chico —puntualiza—. Y estoy convencida de que él también se fija en otras. No tenemos nada serio.

Desvío mi vista y la poso sobre él; alto, atlético, con los pómulos marcados, ojos claros de escándalo y moreno.

Me besuqueé una vez con él y, si soy sincera, su corazón no se enamora, no se conquista, no es posible engatusarlo, robarlo, endurecerlo ni tomarlo... Nada más se entrega y se recibe.

—Sí —admito, sin dar más detalles.

—Creo que voy a guardar este momento. —Saca su móvil. Su cabello pulcramente recogido por encima de la nuca, dejándose unos rizos sueltos alrededor de la cara—. Diecisiete de octubre, Kaylee me ha dado la razón.

Niego con la cabeza.

—Estás de coña, ¿no?

—No... Por cierto, tú y Zach haríais buena pareja. —Sonríe ladeando levemente la boca.

—No empieces, Maya... No tengo tiempo.

Enarco un poco la ceja y ella arruga la nariz en vez de responder.

—Excusas...

—No quiero estar con nadie.

Ella suspira.

Maya ha sido mi mejor amiga desde que nos conocimos en el colegio con diez años. Su familia se acababa de mudar al mismo vecindario que la mía.

—Kaylee, odio decirlo, pero sé que la vida es una mierda. Debes superarlo. Tu madre no regresará jamás y no puedes seguir sumida en el mundo de tu padre, intentando protegerle —alude, ladeando su cabeza para parecer sesuda—. Pasa página. Él ya es mayor... No hagas que todo tu mundo gire a su alrededor olvidándote de ti misma y dejando de lado tu propia vida.

—Tienes razón, pero...

—¿Pero qué?

Suelo cuestionarme la vida y darle mil vueltas a todo. Me pregunto qué hago aquí, incluso ahora. Conozco a Maya de toda la vida y nuestras madres siempre habían sido unidas. También cada mañana me cuestiono al levantarme qué es lo que nos mueve a hacer lo mismo cada día a sabiendas de que eso no nos hace feliz. ¿Por qué no romper con todo siendo esto lo que anhelamos? Pero sigo haciendo lo mismo y, después por la noche, antes de acostarme, miro el techo y me digo a mí misma que mañana el día será diferente, aunque sé con exactitud que nada cambiará.

Kaylee; Entre Nosotros [TERMINADO] (COMPLETA)Where stories live. Discover now