.Solo. .Para. Diecisiete de Setiembre (4 meses)

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Contaminada.

Rota.

No tardará en bajar.

Es difícil saber si ha anochecido o si es así como él lo ha decidido, ya que la única ventana del sótano se mantiene tapada con una placa aislante. Él lo gobierna todo... Sin embargo, sé que hoy es mi veintiún cumpleaños.

—Si me dejas ir, no diré nada. Por favor, deja que me vaya —supliqué.

Los días pasan y son muy amargos. Normalmente, las jornadas como hoy, se escuchan ruidos y pasos en la planta que está sobre el sótano.

Supongo que son amigos de él.

Algunos bajan y me observan desde la puerta, pero siempre se tapan la cara.

No quieren que les vea.

Ayer de la garganta de mi secuestrador emergió un sonido gutural y salvaje, demasiado inhumano. Podría haber aprovechado para escapar, para echar a correr, pero el terror pudo conmigo y me quedé clavada en el suelo, silenciando mis sollozos. Su respiración era pesada y entrecortada y yo solo pude conseguir verle un lado de la cara, sin embargo, me bastó para saber que en su mentón descansa una mancha de nacimiento marronosa y que no tiene empatía.

Todo él es frialdad.

No puedo dejar de temblar.

—Lo único que debes hacer es ser obediente y no sufrirás daños.

¿Cuándo vendrás a por mí, papá?

—Lee, ponte la venda —grita a través de la puerta.

No quiero ser castigada.

Con manos temblorosas, consigo atar el trozo de tela sobre mis ojos y, como si a través de la puerta él pudiese verme, esta se abre con un sonoroso ruido metálico. Me coge del brazo y empieza a arrastrarme por las quince escaleras del sótano hacia su casa.

Respiro hondo y trato de calmarme.

—¿Dónde me llevas?

Él sigue avanzando hasta que me arrincona contra una pared, haciendo que la tela de los ojos se suba levemente y permitiendo que desde mi lugar pueda percibir mis pies descalzos.

—Todo irá bien —murmura en mi oído—. Primero debes ducharte.

Mi respiración se vuelve agitada y dificultosa y siento un extraño cosquilleo en las yemas de mis dedos cuando soy desnudada por sus manos.

No quiero darme una puta ducha.

Quiero irme a casa, pero es el momento de seguir jugando a las casitas si quiero salir de aquí con vida y no muerta.

Me gira para colocarme frente a él y a través de esa diminuta línea entre la tela y el agujero, veo de nuevo esa mancha de nacimiento junto con una sonrisa triunfal de su parte, repasándome, cosa que me pone la piel de gallina y me hace temblar más.

—Eres preciosa, Lee. —Sus dedos ascienden de mi pierna hasta mi rostro, donde me coge con una mano mis mejillas y me aprieta—. Lástima que todas las mujeres seáis unas putas zorras.

Mi estómago se revuelve, sintiéndome violada.

—¿Quién eres?

—No hagas preguntas, muñeca.

Hago un esfuerzo por dominar el miedo que siento y me obligo a sonreír.

—Ninguna mujer te merece.

Solo tengo que seguirle el juego...

Solo.

Roza mi pelo con los dedos tan levemente que pasa casi inadvertido.

—Sabía que tú eras especial —El frío metal del arma envía espasmos a través de todo mi cuerpo, cuando El Hombre desplaza su pistola por mi piel—. No hagas nada estúpido si no quieres morir. Eres mía.

No quiero que me toque.

Para.

Solo quiero gritarle que pare.

Solo. Para.

Nada de esto me está ocurriendo a mí. Le ocurre a la chica que es de él, es suya... Y yo no soy suya.

No.

Solo. Para.

Kaylee; Entre Nosotros [TERMINADO] (COMPLETA)Where stories live. Discover now