.Desorden. Diecisiete de abril 5 meses después del secuestro

7 0 0
                                    

—¡NO! ¡NO! ¡DÉJAME!

El Hombre se abalanza sobre mí, mi cuerpo estrellándose contra el rugoso y frío piso de cemento de su casa. Las mantas donde suelo dormir son estrujadas entre mis manos, tratando de cubrirme, y siento mi piel siendo rasguñada a carne viva.

No puedo sangrar.

No puedo ensuciarme.

Él va a castigarme.

—¿Tratabas de escaparte, malnacida?

Debo concentrarme.

Tres por cuatro son doce, y una de las sillas está descolocada. Mantener el orden es importante. Al fondo de su habitación se abren dos ventanas grandes por las que no pasa nada de luz, están igual de tapiadas que el sótano. Tiene un hervidor de agua funcionando, escucho su sonido, pero él parece no querer hacerle caso.

El agua caliente puede ser peligrosa.

Hay doce sillas, una está descolocada.

—¿Dónde planeabas ir, mi muñeca?

La manta es arrancada de mis dedos.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay que mantener el orden, debo ser responsable.

Sus dedos tocan mi piel.

Hay que mantener el orden.

Las lágrimas abandonan mis inundados ojos.

—Por favor, para —susurro—. No volveré a hacerlo.

Me agarra del cuello, lo sostiene y mete su otra mano frente a mis ojos junto a la venda. Escucho el sonido de sus pantalones de chándal siendo arrastrados hacia abajo, tentando incluso mi piel.

—No quiero... Para —suplico—. Prometo que me portaré bien... No volveré a hacerlo.

El agua caliente puede ser peligrosa.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Hay doce sillas, una está descolocada.

Cuando suspira, puedo olerle el aliento, huele a pasta de dientes. El Hombre empieza a besar mi piel, con un leve zigzag que le hace moverse sobre mi espalda.

Izquierda, derecha, hacia abajo. Izquierda, derecha, hacia abajo.

—Hay doce sillas, una está descolocada —susurro—. Déjame colocarla.

—¿Volverás a huir de mí? —Me agarra el trasero—. No olvides que eres mi pequeña muñeca.

Niego con la cabeza.

—Por favor, para... Para... ¡PARA!

—Kaylee, tranquilízate. Kaylee. —Alguien está tocando mi brazo—. Shhh, estás a salvo.

—No, no, no —Me muevo sobre mí misma—. Hay doce sillas, una está descolocada... Yo... No quiero... No quiero hacerlo... Para...

—Kaylee, shhh, tranquila...

Él no... Él no es el Hombre.

Sin abrir mis ojos, dejo que los brazos de Evan me acojan y mis manos dejan de estar agarrando las mantas de mi cama para aferrarse al cuerpo de mi hermanastro. Siempre he envidiado eso de él; una confianza serena, una sensación de hogar reconocible, pero indefinible.

—Evan.

Él se estira junto a mí y empieza a dejar leves besos sobre mi frente.

—¿Estás bien así?

Muevo mi cabeza negando.

Estoy sudando.

—No quiero que me toque —siseo entre mis lágrimas—. No... No... Prometo que me portaré bien.

—Shhh —me tranquiliza—, está bien, llora cuanto necesites, Kaylee... Nadie va a volver a hacerte daño.

Kaylee; Entre Nosotros [TERMINADO] (COMPLETA)Where stories live. Discover now