.Casa. Diecisiete de octubre (12 meses)

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Me obligué a levantarme del suelo, respiré hondo e intenté dejar de llorar.

Estoy cansada de hacerlo.

Me estoy volviendo loca, el maldito silencio; eso no ayuda en absoluto, sin embargo, no quiero rendirme. Todavía me quedan fuerzas para aguantar.

Tengo los labios secos por la falta de hidratación y todo el sótano empieza a oler a lavanda.

La semana pasada conseguí ganar terreno y ya no me apaleaba como al principio, sin embargo, algo se cruzó en su mirada, enturbiándose, y perdió la apenas amabilidad con la que me había hecho. Hace un año exactamente que fui secuestrada, y lo sé porque suelo dibujar líneas sobre una de las paredes por cada día que llevo aquí.

Trescientos sesenta y cinco días han pasado y nadie ha venido a rescatarme.

Empiezo a creer que no volveré a salir jamás.

Echo mucho de menos a papá, casi no recuerdo su cara y tengo que apretar excesivamente los ojos para lograr imaginármela.

Me aferro a los recuerdos de él.

Hoy, el hombre malo ha traído a una niña de apenas doce años.

Tiene miedo.

—Por favor, no llores... Aquí tampoco se está mal —le mentí a la niña.

Caitlyn se llama.

Pero sí, le mentí porque esto es peor que el infierno, y al instante, tuve que decírselo; el hombre nos tiene secuestradas, nos mantiene encerradas en un sótano y puede llegar a hacerle cosas a Caitlyn que ya me ha hecho a mí, y si osa a resistirse, podría matarla.

Mi sangre hierve a fuego lento.

—Mi familia nos buscará, alguien nos salvará —le digo, tratando de acallar sus lágrimas—. Por favor, no llores... No llores, Caitlyn, será peor si te escucha.

—Quiero irme a casa...

Entonces, la puerta del sótano rechina y por un segundo, el corazón se me sale por la boca. Me quedo sin aire, sin respiración, un retortijón en mi estómago y las paredes de la bóveda se encogen a mi alrededor.

Yo también tengo miedo.

Noto como me escuecen los ojos, incapaz de pestañear, mis manos temblando. Me levanto del costado de la niña, alisando el borde de mi corto vestido dorado y, otra vez, el hombre aparece con el rostro tapado con una máscara, no obstante, sus dientes blancos e inmaculados quedan a la vista... y esa mancha también.

Pongo una mano en el hombro de Caitlyn y la empujo hacia atrás.

—No la toques —suplico, levantando la falda del vestido de modo que mi ropa interior queda revelada ante sus ojos.

—Ven aquí, Caitlyn —el deje en su voz es extremadamente suave.

Tengo el cuerpo entumecido y, aunque no me veo mi propia cara, sé que mis ojos están rojos. Estoy rígida, unas arcadas incontenibles suben hasta mi boca y me cuesta moverme, volviendo a mí la agitada ansiedad.

—Por favor —imploro.

Retrocedo cuando avanza hacia mí. Quiero gritarle que no se acerque, que no me toque. De nada sirve, porque mi lengua no colabora en pronunciar dichas palabras y, de todas maneras, solo habría conseguido enfadarlo todavía más. También sé que en cualquier momento puede estallar como un globo en manos de un lobo.

—Ella es parte de nuestra familia, hermosa.

Caitlyn asiente con la cabeza, emitiendo sonidos con su nariz y estremeciéndose por cada paso más cerca de él. Es entonces cuando, incapaz de mirar y al oír el sonido del agua, cierro mis párpados y empiezo a rezar para que la pesadilla en la que a veces creo estar soñando, me lleve lejos de aquí y, al abrir mis ojos, vuelva a estar en casa.

Kaylee; Entre Nosotros [TERMINADO] (COMPLETA)Where stories live. Discover now