Capítulo 32 La Gente Miente Todo el Tiempo

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A través de la ventana del automóvil Bell observó la lujosa zona de Belgravia, su nuevo hogar. La niña no sentía ningún interés por ese lugar, para nada era Baker Street, pero su tía se veía tan alegre, y tanto que lucía no sufrir por la muerte de su hermana.

El camino era una vereda eterna. A veces Sarah trató de entablar conversación con su sobrina, pero ella se mantenía en silencio. Ni una palabra, ni una expresión, nada provenían de ella, solo una mirada fría y triste. La pequeña se sentía con demasiadas emociones dentro de ella, la tristeza era quien gobernaba pero la furia y la desesperación querían posicionarse por aquel lugar. Ella no comprendía por qué Sherlock no hizo nada para que se quedará, al contrario, había insistido en que se fuera y por más que lo pensaba, por más que analizaba no había una razón.

—Tendrás un cuarto enorme —habló Sarah. Ella no respondió—, a comparación del pequeño cuarto que te dieron en Baker Street.

—Me gusta es habitación —interrumpió seria. Sarah le miró sorprendida, no había hablado en todo el camino y ahora, esas pocas palabras, habían sonado amargas.

—Qué bueno que te agradaba —dijo con una increíble paciencia y dulzura—, pero espero que te guste más la de tu nueva casa.

—Lo dudo.

Sarah suspiró amargamente para luego tomar una gran bocanada de aire. Estos días serían difíciles. El resto del camino fue silencioso, sin más cruce de palabras. Cada cierto tiempo Bell suspiraba y Sarah le observaba por el rabillo del ojo, nada contenta. El coche frenó, La niña alzó la vista y apreció una enorme casa de dos pisos, adornada con una arquitectura moderna perfecta y su lujo plasmado en los colores y el material.

—¡Llegamos! —exclamó Sarah con una gran sonrisa.

Bell con una ceja arqueada observó a su alegre tía. ¿Qué tenía de emocionante está casa? En verdad, nada. Solo era un lugar más en Londres, pero con ello la niña comprobaba lo materialista que era su tía. Bajaron del coche, Bell cargó sus maletas y siguió los pasos acelerados de su tía.

Entraron a la casa, Bell se sentía molesta por la falta de atención por parte de su tía pero, al estar en la estancia principal, su molestia se vio abrumada por una terrible incomodidad. Esa casa tenía demasiados lujos en su interior como varías pinturas, decoraciones antiguas y modernas y, en la parte de la sala principal, distinguió un piano.

—¿Te gusta? —cuestionó Sarah con una sonrisa.

La niña no respondió así que mejor le ignoró. Mientras Sarah caminó por el pasillo, una joven apareció y saludo con cortesía.

—Bienvenida señorita Jones.

—Gracias Teresa —respondió aun alegre—. Teresa ¿recuerdas que te hable sobre mi sobrina? —La joven afirmó—, bien te presento a Isabelle.

Sarah se acercó a ella y poso sus manos sobre los hombros de la extrañada niña.

—Bienvenida señorita Isabelle.

—Bell —respondió veloz. Teresa sonrió.

—¿Podrías enseñarle su habitación? Yo mientras terminaré con mis pendientes.

—Claro que sí, señorita Jones —dijo la joven mientras, alegremente, se acercaba a la niña—. Por favor señorita Bell, acompáñame.

La pequeña observó a la mucama, y con un suspiro amargo, retomó sus maletas yéndose detrás de ella. Subieron los escalones y llegaron a un largo pasillo.

—Al fondo está su habitación señorita Isabelle.

—Bell —mencionó molesta. Ella sonrió.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora