Capítulo 10 Nictohilofobia I

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—Sherlock —repitió John Watson muy preocupado—, dime que no peleaste que Bell se quedará contigo, para experimentar con ella.

El detective le miró con enormes ojos junto a una media sonrisa y cambió con rapidez esa expresión para poner una cara dudosa.

—Experimentar... es una palabra muy ruda.

John observó sorprendido a Sherlock, logrando que su mandíbula cayera al suelo ante su muy cruda y honesta respuesta. Ni siquiera generó un parpadeo. Sherlock se extrañó ante su expresión.

—John, ¿estás bien? —preguntó, tratando de no escucharse preocupado.

—¡Oh por Dios! —Exclamó John al momento que movía su cabeza hacia otro lado, para no toparse más con la inexpresión de su amigo—. ¡Oh por Dios!

—¡¿Qué?! —demandó exaltado

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—¡¿Qué?! —demandó exaltado. El Doctor Watson no contestó, colocó sus manos sobre su rostro y continuó susurrando aquella frase como si fuese su último aliento—. ¡¿John?! —insistió Sherlock muy alterado.

—¡Oh por Dios, Sherlock! —Prorrumpió con una enorme carcajada, al momento que quitaba las manos de su rostro—. ¡En serio, tú, Sherlock Holmes...! ¡Eres un sinvergüenza!

El detective frunció su ceño a modo de duda en vez de ofensa.

—¿Perdón?

—¡Lo que oíste! —Gritó enfadoso—. ¿Por eso peleaste a Bell? ¿Para experimentar con ella? "No, Bell no se querrá ir con ustedes." "No pueden obligar a Bell a algo que no quieren" —imitó John la voz de su amigo—. ¡Pero claro! Sherlock Holmes puede obligar a la pequeña Isabelle a adentrarse en su palacio mental y recordar sus hechos traumáticos.

—John... —contestó con mesura.

—¡Nos queda claro! Soy Sherlock Holmes, el más grande detective consultor que se aprovecha de todo para sacar la información necesaria del caso.

—John, ya para.

—¿Por qué? ¿Acaso ya te aburriste de tantos sermones? ¡Pues te los mereces! —El detective no contestó. Se dio la media vuelta para contemplar aquella pared y darle la espalda a su amigo, para ya no percibir más sus expresiones estúpidas—. Sherlock —trató John de sonar sereno—, te dije que cuidar de una niña era una responsabilidad enorme. Una que realmente no te interesa —él se mantuvo de espaldas—. Bien, interpretaré tu silencio. La propuesta de llevarnos a Bell a nuestra casa sigue en pie —al escuchar aquello, Sherlock movió un poco su cabeza y observó a su amigo por el rabillo del ojo—. Si piensas hacerle daños emocionales a la niña, creo que lo mejor es que nos la llevemos.

—No le estaba causando daños emocionales —contestó severo.

—¿En serio? —Preguntó el doctor con sarcasmo, mientras se cruzaba de brazos—. Entonces, explícame, las razones exactas, por las cuales estaba llorando.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora