Capítulo 8 Un Peón contra el Rey

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El timbre sonaba sin cesar y la joven secretaria que atendía llamadas y acomodaba archivos se había hartado de escuchar el inacabable y chillante sonido. Rindiéndose ante ello se alzó de su silla y caminó a atender el llamado por el intercomunicador.

—¿Diga? —preguntó hartada la joven mujer.

Buen día, busco a la encargada de los servicios infantiles. La señora Carol Smith, si mal no me equivoco.

—¿Quién le busca?

¡Oh, qué descortesía de mi parte! Soy Mycroft Holmes. El día de ayer hablé con la señora Smith, con respecto a un caso, y estoy aquí para aclarar algunos detalles de ello.

—Señor Holmes —mencionó un tanto nerviosa—, no esperábamos su visita, pero lamento decirle que la señora Smith no puede atenderle el día de hoy.

Señorita, esto es urgente —respondió severo.

—Señor Holmes, lo comprendo, pero la señora Smith tiene una agenda muy apretada el día de hoy. Tal vez sería mejor si hablara por teléfono con ella y que le agende una cita, así usted...

Pero Señorita —interrumpió—, no podría esperar para una cita. Esta situación es urgente —al escuchar esa gravedad en él, la secretaria ingirió toscamente su saliva—. Es que acaso, ¿no es deber de ustedes preocuparse por el bienestar de los niños de Inglaterra? —ella se vio preocupada—. Recuerden que ellos son el mañana. Entiendo que la señora Smith tiene cosas por hacer y todo eso, aunque, si a ustedes les interesan los niños, cosa que debe ser así...

—Señor Holmes, perdone mi rudeza, pero vaya al punto.

¡Oh, discúlpeme! Hágame el favor de dejarme pasar y hablar con ella. Solo serán unos pocos minutos, todo sea por el bienestar de una pequeña niña.

La joven dama encendió el monitor del intercomunicador y observó al señor Holmes quien dejaba lucir una sonrisa en su rostro. Ella se asombró debido a esa sonrisa un tanto aterradora, aunque, a pesar de la incomodidad que daba, tenía razón. Su deber era ayudar a los niños desamparados.

—De acuerdo, señor Holmes —dijo acompañado de un suspiro—. Como usted dice, todo sea por el bienestar de una pequeña.

Muchas gracias, señorita, no sabe cuan buena acción ha hecho el día de hoy. Inglaterra está orgullosa de usted —expresó sin dejar de sonreír a la pequeña cámara.

Ningún sonido procedió del intercomunicador y por esos momentos Sherlock permaneció desconcertado

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Ningún sonido procedió del intercomunicador y por esos momentos Sherlock permaneció desconcertado. ¿Acaso su plan había fallado? Mientras se lo cuestionaba, percibió como la puerta de seguridad se abría y con rapidez accedió a las instalaciones. Al entrar descubrió a una joven mujer rubia y con formidable vestimenta adivinando que era ella quien le había atendido.

—Señor Holmes —saludó.

Él con un rápido vistazo dedujo a la joven secretaria: "Veintiocho años; casada desde hace dos años. El anillo en su dedo anular tiene un leve desgaste, no lo remueve seguido. Respeta su relación, aunque tiene ciertas complicaciones. Adora a los niños y es por ello por lo que trabaja aquí. No ha podido concebir. Sus ojeras indica desvelo debido a que anoche tuvo intimidad, ya que creé que está ovulando, sin embargo, cree ser infértil..."

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora