Capítulo 34 Las Damiselas de Hierro

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—¡Son casi las cinco de la tarde! —exclamó Sherlock alterado.

Teniendo sus manos sobre su frente Irene trató de controlar el estrés.

—Calma, ya llamarán...

—Habla —ordenó.

Ella volteó a verle.

—¿Qué?

—Que hables —ordenó, mientras le entregaba su celular.

—¿No me vería desesperada?

—No me importa. Habla.

Sintiendo una rabia en su interior Irene le arrebató el teléfono y, mientras tecleaba el número, apreció como el ansia se comía en grandes bocados al detective.

Sintiendo una rabia en su interior Irene le arrebató el teléfono y, mientras tecleaba el número, apreció como el ansia se comía en grandes bocados al detective

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—Tranquilo —mencionó Irene con una envidiable tranquilidad—. Ya está sonando.

Irene activó el altavoz, se acercó a Sherlock y le tomó de su mano para tranquilizarlo. Al sentir aquella delicada mano sobre la suya, Sherlock percibió como una descarga eléctrica recorría su espina dorsal; estaba nervioso y en el fondo apreció la preocupación de Adler.

¿Residencia Jones, con quién quiere hablar?

— Hola, buen día —saludó Irene con una dulce voz—, soy la señorita Steephens. El día de ayer fui a una entrevista para maestra de piano y me dijeron que hoy me hablarían para confirmar el puesto.

Disculpe señorita Steephens pero ya han contratado a una profesora de piano —al escucharle, ambos cerraron sus ojos e Irene sintió como Sherlock tomaba su mano.

—¿Está segura señorita? —Cuestionó Irene curiosa—, es que, el señor Richard me prometió el empleo y...

Señorita Steephens —interrumpió— es verdad lo que le digo. Sí gusta marcar en unas horas para hablar con el señor Richard para que él le expliqué la situación.

—De acuerdo —unos momentos después respondió Irene —, yo me comunicaré más tarde. ¿Con quién tuve el gusto?

Teresa.

—Muchas gracias Teresa.

La llamada terminó e Irene observó a Sherlock. Este lucía pálido e ido, apretó con gran fuerza su mano, siendo una señal que por dentro el detective se había quebrantado.

—¿Sherlock? —Llamó preocupada—. ¿Sherlock, estás bien? —No respondió. Irene realmente comenzó a preocuparse. Este no soltaba su mano, pero ella logró moverse y ponerse frente a él—. Sherlock, mírame.

Él fijo su mirada en ella, parecía haber vuelto en sí, pero sus ojos delataban descontrol.

—¿Qué? —cuestionó.

—Quiero que tomes esto de la mejor manera posible.

—Eso hago Irene —respondió amargo. Ella suspiró—. Estoy tomando la situación de la mejor manera posible.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora