Capítulo 48 Lazos de Sangre

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Esa noche neblinosa.
Esa luna sombría, los muertos buscan a sus familiares.
Mientras los ángeles cantan, en la interminable oscuridad, los muertos buscan el pecado.

Hometown - Joe Romersa.

Las lágrimas recorrían las pálidas y refinadas mejillas de Eurus Holmes a la vez que aferraba su cuerpo al de su hermano. Sherlock oía el llanto de su hermana junto a su oído, aquel sonido dolía, quebraba en pedazos su corazón. El detective trató de alzarse junto con ella, al llevar sus manos sobre su cintura sintió los huesos de sus costillas, el peso de su hermana era ligero y preocupante. Una vez de pie Eurus llevó su rostro al hombro de su hermano, enganchó sus brazos a su cuello y sus lágrimas caían en el abrigo de este.

—Eurus —llamó cálidamente, ella no respondió—. Hermanita, hay que salir de aquí y buscar a John y Enola —ante la pronunciación del último nombre, un quejido doloroso surgió de ella—. ¿Dónde están? —suplicó.

—Oh, estoy perdida. ¿Quién me encontrara? Debajo del viejo acre, ayúdame a socorrerme ahora que soplan los vientos del este. ¡Dieciséis por seis, hermano! Y debajo vamos.

Sherlock se alejó un poco de ella, aquellas palabras, que salían en un cantico susurro, le hicieron sentir un fuerte golpe de confusión y viejas memorias. Su mente reflejó la niñez de ambos, después de que Víctor desapareciera, Eurus nunca paró de cantar aquella inquietante y confusa canción. Mientras ella seguía susurrando, Sherlock trató de entenderle. Había un mensaje, uno que en su momento, no pudo descifrar.

—Eurus. ¿Dónde están John y Enola? —insistió.

—No temas de caminar en la sombra. Salva uno, salva a todos, ¡inténtalo! Mis pasos... cinco por siete. La vida está cercana al cielo. Mira abajo, con una ojeada oscura, desde lo alto.

El detective frunció el ceño ya que no pudo comprender aquella canción. Ambos caminaron y salieron de la habitación y mientras se dirigían por aquel pasillo oscuro, a la lejanía, con la poca luz que había al final, Sherlock distinguió unas siluetas. Trató de acelerar sus pasos; Eurus no podía seguirle el ritmo, así que hizo lo mejor posible para acercase a esas figuras. Al otro lado del pasillo Mycroft, llevando en brazos a Rosie Watson y a su lado izquierdo yacía Thomas Hooper, presenciaron ruidos curiosos por aquel pasillo oscuro.

—Señor Holmes —llamó temeroso el pequeño, mientras se apegaba a él—. ¿Qué hay ahí?

—No lo sé, joven Hooper, pero pronto lo averiguaremos.

Al acercarse a esa oscuridad Mycroft detuvo sus pasos, junto con los del niño, y se armaron de valor para recibir lo que provenía de esa negrura. De entre las sombras aparecieron un agotado Sherlock y una temerosa Eurus.

—¡Hermanos! —exclamó preocupado Mycroft, mientras corría hacia ellos. Al escuchar la voz de su hermano mayor, Eurus alzó su mirada azul y le observó, con ojos cubiertos en lágrimas y fuera de su realidad—. ¡¿Qué ha pasado?!

—Barba roja —soltó Sherlock. El mayor de los Holmes palideció de golpe—. Recuerdo a barba roja.

—Eurus te lo dijo...

—Me dijo todo, de principio a fin.

Mycroft tragó difícilmente y un leve escalofrío le cubrió de pies a cabeza. Sherlock fijó mejor su mirada en su hermano, llevaba a su ahijada en brazos y el pequeño Hooper se escondía detrás de él, debido a la presencia de Eurus, la cual le causaba terror.

—John —susurró Sherlock, al momento que dirigía su mirada a su hermana—. Eurus, por favor, te lo suplico hermanita, dime donde están John y Enola.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora