Capítulo 38 Azul Profundo

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Hay un momento en la vida, cuando todas las cartas que has jugado se reparten. Sientes la temperatura descender, y todos tus demonios internos vienen a través estrellándose.

"Hell Frozen Rain" - Akira Yamaoka.

~

—¿Para qué quieres a Mary Watson? —demandó furioso Sherlock.

El marginal observó al detective.

—¿La conoces?

—¿Para qué quieres a Mary Watson?

—Si la conoces —dijo con una media sonrisa—. Debí suponer que estaría protegida.

La niña, aterrada y en shock, siguió mirando hasta que Teresa apareció y se acercó a ella. La tomó de los hombros y posó su vista hacia la sala de estar y sorprendida vio aquella escena en la que Shezza estaba cara a cara con un hombre vestido de negro y un busto de Thatcher destrozado en el suelo. Teresa apegó a la niña a su cuerpo y buscó sacarla de ahí; su deber era protegerla, pero ella no movía ni un músculo, ella no dejaría a Sherlock solo.

—¿Quién eres? —sin dejar su tono furioso cuestionó.

—Ajay.

—Interesante nombre, pero he de decirte Ajay, que por mi cuenta corre que tú no te acercarás a Mary Watson.

—Je, ¿tú lo evitarás?

—Por supuesto.

—Pues eso ya lo veremos.

Ajay ágil sacó una pistola de entre su suéter y Sherlock, veloz, golpeó su mano y el arma cayó sobre el mármol de la destruida Thatcher.

Al ver el arma Teresa apegó más a la niña y trató de moverla para salir de ahí, pero ella seguía aferrada, parecía un tronco bien enraizado

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Al ver el arma Teresa apegó más a la niña y trató de moverla para salir de ahí, pero ella seguía aferrada, parecía un tronco bien enraizado. Ajay se abalanzó para recoger su arma y Sherlock logró sostenerlo en el aire. Él volteó a mirar a Teresa, quien desesperada buscaba llevarse a la niña, y esta veía al detective con una terrible angustia y preocupación. En ese momento Sherlock supo que Bell no se iría, se quedaría ahí y trataría de ayudarle a como su mente infantil se le ocurriera. Pero él no quería que la niña permaneciera ahí, tenía que protegerla. Ese era su deber.

—¡Váyanse! —Exclamó con dificultad.

—¡Por favor niña, muévete! —clamó Teresa.

Los ojos de Isabelle comenzaron a cubrirse en lágrimas. No quería irse, no quería dejar solo a Sherlock.

—¡¡No!! —chilló.

Ajay golpeó al detective en su vientre y este soportó el dolor.

—¡¡Isabelle —gritó molesto— hazlo!!

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora