Capítulo 28 La Muerte y el Pirata

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—Sherlock —llamó Bell emocionada. El detective quien estaba sentado en su sofá y meditando, alzó sus cejas—. Mañana es Halloween —dijo con una gran sonrisa.

—¿Y?

—Mañana iré a pedir dulces.

—¿Con el permiso de quién?

—Ah... ¿Tuyo? —preguntó curiosa y aun sonriente.

Sherlock abrió sus ojos y la observó.

Sherlock abrió sus ojos y la observó

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—¿Con quién irás?

—Ah... Tommy, Molly, mi tía Mary y Rosie —Bell se mantuvo sonriente y Sherlock no dejaba de mirarle con seriedad—. Ya tengo mi disfraz —continuó la niña para romper el silencio.

—¿Y...?

—Y quiero ir a pedir dulces.

Sherlock rodó sus ojos.

—De acuerdo, puedes ir a pedir dulces.

—¡Gracias Sherlock! —exclamó y la pequeña le dio un gran abrazo que lo tomó por sorpresa.

Sin saber cómo reaccionar Sherlock le dio unas leves palmadas en la espalda y espero, con gran paciencia, a que ella se quitara. Unos segundos después Bell se alejó aun con una enorme sonrisa sobre su pequeño rostro

—¡Adivina de que será mi disfraz!

El detective parpadeó perplejo por unos momentos hasta que una respuesta, la más lógica, llegó a su cabeza.

—¿Un conejo?

—No.

—¿Una princesa?

—No —repitió juguetona.

—Entonces, no tengo idea.

—Mañana lo veras. Mi tía Mary hizo mi disfraz.

—¡Oh! —fingió.

—Bueno, iré a decirle a la señora Hudson que me diste permiso.

—Perfecto. Ya que vas para allá, moléstala un rato, tengo que trabajar.

Bell cabeceó rápidamente y se dio la media vuelta hasta que salió del living room. Ya encontrándose solo en el lugar, Sherlock se alzó del sofá y se acercó a la mesa para sacar toda la investigación del caso Moran.

Durante los últimos meses, Sherlock comprobó que el coronel Moran no había ejecutado a su familia y todo había sido efectuado por alguien más, ahora dependía de él afirmar que la gente de Moriarty estaba implicada. Otro caso más a la lista. También faltaban menos de dos meses para que el caso de Samara cumpliera un año y Sherlock había caído en una interminable espiral de confusión. Había veces en que el detective quería pegarse un tiro a la cabeza, jamás, en todos sus años como detective, había tenido un caso que le efectuara tantas incógnitas, ya que cada vez que se sentía cerca de las respuestas algo nuevo surgía y daba pasos gigantescos hacía el comienzo. Entre tanto pensar observó la libreta donde estaban todos los dibujos del niño Moran, desde hacía varias semanas había analizado cada dibujo y descubrió algo que lo hizo sentir perturbado. Entre los dibujos del niño había unos dedicados a una pequeña fabula que Sherlock conocía muy bien y a la vez odiaba.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora