Capítulo 40 Una Pausa Para Reflexionar

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Una agotada Molly se acercó a la puerta principal de su casa. El timbre no dejó de sonar, y apenas eran las seis de la mañana, aunque ya tenía sospechas de quien podría ser. Abrió la puerta y miró a Isabelle junto a un demacrado Sherlock.

—¡Por Dios! —exclamó impactada, el sueño se había esfumado al solo verle—. ¿Estás bien?

—Buen día Molly —saludó ignorando la preocupación—. Entra —le ordenó a la niña. Ella obedeció.

—¿Sherlock...?

—Cuida de Isabelle, por unos días. Puedes decir que está contigo, no hay algún proceso legal encima ni nada. Solo cuídala.

—De acuerdo...

—Y otra cosa. Por favor, quiero que vayas a esta dirección el día de hoy, a las 10:45 AM —en ello le entregó un papel, que parecía ser, la etiqueta de un café—. Llevas contigo una ambulancia, enfermeros y lo de siempre para una limpieza —pausó—. De ya sabes que... —Molly frunció el ceño, sin deshacer su expresión. Sherlock se dio la media vuelta, comenzó alejarse del pórtico de la casa, cuando se detuvo en seco y volteó a ver a su amiga—. Gracias —dijo con una increíble sinceridad.

Sorprendida Molly cambio el semblante. La garganta de Sherlock se había contraído ya nada no pudo salir de ella, cabeceó levemente y se retiró del lugar. Ella no despegó la vista del detective, lo siguió hasta que desapareció en la esquina de su calle y un suspiro de lamento fue la despedida de Molly Hooper.

 Ella no despegó la vista del detective, lo siguió hasta que desapareció en la esquina de su calle y un suspiro de lamento fue la despedida de Molly Hooper

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—Hay veces... —John se detuvo e inhaló profundo— Hay veces que la veo. Hay veces que está ahí, conmigo, recordándome la vida que correr frente a mis ojos pero...

—¿Temes afrontarla? —interrumpió su terapeuta. John movió sus ojos para verle.

—¿La vida?

—No. Ambas. Mary y la vida.

John tragó difícilmente. Su terapeuta, la Doctora Florence Welsh, una mujer de aspecto anticuado; con cabellera gris y unos delicados anteojos, observó detenidamente a su paciente.

—¿Por qué temería? —cuestionó mientras se acomodaba en el sillón.

—Porque aún no acepta la muerte de su esposa, Doctor.

—S-sí, si lo acepto —dijo con una sonrisa nerviosa—. Es solo que...

—¿Y Rosie? —interrumpió.

John sonrió con cierto nervio.

—¿Rosie? Bueno... ella está bien. La está cuidando su madrina.

—¿Desde cuándo?

—Desde hace varias semanas...

—¿Varias? —cuestionó curiosa.

—Sí, varias.

—¿Por qué?

—Porque... —se detuvo y tragó difícilmente.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora