16.

3.8K 221 48
                                    

Efectivamente, solo había dos mesas ocupadas en todo el restaurante, y Antonio eligió la más alejada de todos.

—Gracias —le dijo Junior al mesero después de que terminaramos—. ¿Qué tienes? No has hablado nada.

Solo negué con la cabeza mientras miraba todo el restaurante.

—Ey, mírame —tomó mi mentón obligándome a mirarlo—. ¿Qué tienes?

—De verdad nada.

—A ver, dame un beso —solo negué.

—Hay gente, te van a ver conmigo —al escucharme, me soltó molesto—. ¿Qué? ¿Te enojaste ahora?—reproché.

—Pues ¿por qué te pones así?

—Me dijiste que te doy vergüenza —reclamé.

—No dije eso, chula —dijo con gesto de enojo—. Tú ideaste todo eso.

Suspiré y decidí dejar todo eso por la paz.

—Ya está, dejémoslo así.

—Dame un beso, pues —dijo, a lo que negué—. Ah no?

Acercó más su silla a mí para comenzar a hacerme cosquillas.

—Ya, ya está bien —acepté carcajeando—. Te odio, Antonio.

Me acerqué a besarlo.






—Cómpramelo, Antonio —le pedí mientras veía un peluche. Él suspiró divertido.

—Vamos pues —entré feliz a la tienda hasta que me tomó del brazo—. Pero vas a aceptar que vayamos a comprarte ropa.

—Está bien.

Y como dijimos, pasamos a comprar ropa y bolsas. Él pagó todo, y aunque me opuse, no aceptó que pusiera siquiera la mitad. Aunque una parte de mí lo agradece, porque en mi vida podría comprar siquiera dos de las cosas que él pagó.

—Es demasiado, Antonio —dije mientras poníamos las bolsas en mi cama—. Déjame pagarte algo —volteé para mirarlo.

Él negó y me abrazó por la cintura.

—No, mi amor —susurró para después darme un beso—. Si es en ti, no me molesta gastar ni un peso.

Sonreí y seguí besándolo.

—Es mi última noche aquí —susurró entre besos.

—Lo sé, hay que aprovecharla.

Comencé a desabotonar su camisa, él rió y me detuvo.

—Tranquila —dijo riendo—. Mi amor, ahora tardaré un poco más en regresar. Tengo más conciertos.

Detuve y lo miré triste.

—¿Más? —él asintió.

—Solo un mes, pero regresaré por dos semanas.

—Ay no —dije sentándome en la cama.

—Te juro que no te dejaré de hablar, te llamaré cada noche, nada va a cambiar.

Suspiré y asentí.

—Está bien —dije tomando su mano—. Pórtate bien, ¿sí?

Él asintió y comenzó a besarme de nuevo.

—Perdón por bajarte la calentura —dijo entre besos, y yo reí.

—Podemos recuperarla.

Y así, nuestra última noche, nos volvimos a hacer uno solo.

Al terminar, nos acurrucamos, nuestros cuerpos se encontraban desnudos entrelazados. Yo estaba dándole la espalda, y él tenía su brazo en mi cintura.

—Y si me cantas? —pregunté bajito.

—¿Qué quieres que te cante, preciosa?

—Lo que tú quieras.

Y entonces, el cuarto comenzó a escucharse su voz, empezó a sonar "La bestia". No supe cómo, pero a la mitad de la canción comencé a llorar.

—No me dejes, por favor —dije apenas terminó la canción. Me volteé para poder mirarlo.

Él me miró preocupado.

—¿Qué tienes? ¿No te gustó o qué? —tomó mi cara entre sus manos.

—Es que yo en serio te quiero —solté sin más—. No sé si para ti es una tontería, pero yo en serio te quiero, me gustas y estoy sintiendo tantas cosas que me asusta. —Sentí un poco más de lágrimas salir—. No sabes todo lo que siento por ti, Antonio, soy tuya.

Él me miró por unos segundos y me abrazó. Puso mi cabeza en su pecho, y con sus manos comenzó a dar masajes en mi espalda desnuda.

—Mi niña hermosa, yo también te quiero mucho, te lo juro —lo escuché decirme—. También estoy sintiendo muchas cosas por ti, no estás sola en sentir eso, es mutuo.

Continué sintiendo sus caricias.

—No debes de tener miedo de sentir cosas por mi—volvió a hablar—Jamás buscaría hacerte daño.

la cherry; junior hOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz