62.

2.1K 182 68
                                    

—No te estoy pidiendo permiso.

Quería reír, estaba siendo una dramática de primera. Suspiré y me acerqué a ella, tomé una de sus manos.

—Suéltame.

—¿Por qué haces las cosas tan complicadas, mi amor? —le pregunté seriamente.

—No, no las estoy haciendo así, te terminé rápido.

Reí.

—Tú y yo sabemos que no vamos a terminar, mami —la miré—. Llévate tus cosas, pero las vamos a regresar en una semana.

La solté despreocupadamente y me senté en la cama observándola.

—Yo no regresaré aquí —contestó mientras seguía guardando las cosas en su maleta.

—Como eres necia, Paula.

Tenía que fingir que estaba despreocupado por la reacción de mi novia, pero en realidad, me angustiaba verla irse.

—Vamos a hablar —le pedí minutos después de ver que no pensaba detenerse.

Ella negó con la cabeza y cerró su maleta.

—No tenemos nada que hablar.

Suspiré y me cubrí la cara con las manos.

—¿Por qué? —le pregunté, y me miró confundida—. Solo escúchame y ya. ¿Te das cuenta de que estás terminando esto por conclusiones tuyas?

—Pues tú no eres un santo y ambos lo sabemos —contestó—. No pienso volver a ser tu pendeja.

Sentí el enojo crecer en mí.

—Bueno, ya, Paula —contesté molesto—. ¿Qué crees que siento al escuchar cómo piensas de mí?

Me levanté poniéndome frente a ella.

—No sé qué quieres que te diga porque no hice absolutamente nada —me defendí—. Y aún así, aquí estoy, pidiéndote que me escuches, incluso cuando no hice nada.

—Pues ya no te mortifiques, no quiero escucharte —dijo alzando la voz—. ¿Qué quieres que diga para que me dejes en paz y veas que voy en serio?

—Paula, escúchate —le pedí—. Estás terminando todo esto por una tontería.

Ella no hacía nada.

—Estás llevando tu orgullo demasiado lejos, mami —volví a hablar—. Todavía hay una oportunidad de salvar todo esto.

Negó con la cabeza.

—O tal vez no debimos haber vuelto nunca —dijo.

La miré decepcionado, rogando que no siguiera por ese camino.

—No, no hagas eso —le pedí.

—Tal vez no es por esta pelea —dijo seria—. Tal vez me di cuenta de que no debimos haber regresado y ya no quiero estar contigo.

Fruncí el ceño.

—¿Y cuándo decidiste eso? —Paula bufó frustrada.

—Ya, Antonio! —gritó—. Ya no quiero esto, no estoy feliz aquí.

Sentí mi corazón romperse.

—Pau, pienso que todavía nos queda mucho y...

—Yo no, por eso ya no quiero estar aquí —contestó—. Me rehúso a vivir lo mismo.

—Paula, te juro que no ha habido ni una sola morra, nunca, solo has sido tú —dije tomando sus manos—. Te amo muchísimo, tú lo sabes, no me hagas esto porque hay muchas cosas que quiero vivir contigo.

Ella quitó sus manos y negó.

—Ya lo que tuvimos que vivir pasó —tomó de nuevo su maleta para irse—. Tú puedes regresar a tu soltería y yo a alguien que sí sea lo que quiero.

—¿Yo no lo soy?

—Me tengo que ir —suspiró—. Adiós, Antonio.

Me apresuré a caminar tras ella para tomarla. La abracé desde atrás.

—Por favor, mi amor —le pedí—. No te vayas, te juro que no hice nada.

Ella no hacía nada y yo no entendía por qué actuaba así.

—Dime qué hago para solucionarlo.

—Nada, ya te dije —contestó—. Me quiero ir ya.

Asentí y la solté.

—Por mucho que te ame, no puedo obligarte a estar conmigo —me acerqué más a ella—. Adiós, Paula. Para mí, esto no se terminó, tú no me diste la oportunidad de seguir.

Le di un beso en la frente y regresé al cuarto para después escuchar cómo se cerraba la puerta principal.

la cherry; junior hOnde histórias criam vida. Descubra agora