72.

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— ¡Antonio! —lo regañé al verlo comiendo los chocolates que dejé en la cama— Son para tus papás, ¿por qué no lo entiendes?

— Pues pasamos a comprarles otros y ya.

Rodé los ojos y negué mientras seguía maquillándome.

— Ya vámonos —se quejó—. Se nos hará tarde.

— Sigo sin creer que hoy sea el cumpleaños de tu mamá, juraba que era después.

Apresuré a maquillarme y unos minutos después estuve lista.

— Cierra los ojos antes de bajar —alce una ceja confundida—. Hazlo, Paula.

Bufé y obedecí.

— ¡Pero agárrame! —busqué su mano para comenzar a bajar y brindarme apoyo.

Al bajar, vi un ramo enorme de peonías junto a bolsas de distintas marcas de lujo. Abrí la boca en sorpresa y entonces, mi corazón se detuvo.

Puta madre, lo olvidé.

— Ay, mi amor, perdóname —lo abracé—. He estado tan cansada esta semana que olvidé por completo que era hoy.

— No pasa nada, preciosa —dio un beso en mi mejilla—. Felices dos años.

— Me siento muy mal, perdóname.

— Mami, te acuerdas mes con mes, esta vez solo te sentiste mal —acarició mi espalda—. Además, con lo de anoche, me recompensaste muy bien.

Carcajeé y golpeé su pecho.

— Qué tonto.

Suspiré, me separé de él y observé todo. Me acerqué a las rosas donde había una pequeña nota:

"Dos años a lado de la mujer de mi vida se sienten cortos con todo lo que vamos a recorrer. Quién diría que la morra asustada en el antro el día que me conoció sería mi próxima esposa".

— Qué chillona ando —me quejé al sentir mis ojos llenarse de lagrimas.

— Desde que te conozco, chula.

Reímos, corrí a abrazarlo de nuevo.

— Te amo, amor mío —acaricié su cabello—. Tú sabes que no hay nada en este mundo que me haga más feliz que ser tu novia.

Estuvimos unos instantes abrazados.

— Vámonos, mi amor, porque llegaremos más tarde de lo que ya vamos.

Asentí y limpié mis lágrimas.

— ¿Estás llorando, Paula? —preguntó divertido y lo miré con un puchero.

— Es que me emociona mucho todo esto —contesté—. Soy muy feliz contigo.

Junior seguía mirándome burlón y volvió a abrazarme.

— Andas sensible de más, mi cielo —dio un beso en mi frente.

Caminamos al coche y pronto nos pusimos en marcha.

— ¿Alguna vez pensaste que duraríamos tanto? —le pregunté mientras metía un chicle a mi boca.

— Pues claro —contestó obvio—. Yo siempre supe que me quedaría contigo.

Asentí sarcástica.

— Por supuesto que no, Antonio —golpeé su hombro.

— ¿Qué? ¿Tú no pensaste que nos íbamos a casar?

— Yo no tengo anillo aún, ¿eh? —contesté burlona—. Sigo siendo mujer libre.

Antonio rió negando con la cabeza.

la cherry; junior hWhere stories live. Discover now