48.

3K 218 12
                                    

Actualicé el capítulo 46, ahora es +18 por si quieren ir a releer. Porque me pidieron detalles. JAJAJA.

—Mi amor —dijo Junior en cuanto abrí la puerta.

Tenía un ramo de rosas en la mano derecha y su maleta en la izquierda.

—Te extrañé mucho —me abrazó fuerte.

—Yo a ti —di un beso en su boca—. Quiero ir a todos lados contigo ahora.

Sonrió y se adentró al departamento.

—¿Estás cansado? —pregunté viéndolo sentarse en el sillón; él asintió—. ¿Quieres café?

—No, quiero que te acuestes aquí conmigo —contestó palmeando el sillón.

Sonreí y me acerqué a él. Me senté encima suyo abrazándolo.

—Te amo, te amo —dije llenándolo de besos.

—Todos preguntaron por ti —tomó mis manos—. Al parecer, todos te extrañamos mucho.

—Solo fueron dos días, Antonio —me burlé.

—Tú no me extrañaste, ¿o qué? —preguntó tomándome del mentón—¿O andabas muy ocupada con el mentado Gabito?

Me reí y rodé los ojos.

—Ni siquiera me llamaste —se quejó exagerando.

—Estuve ocupada, mi amor —me disculpé—. Pero ya iré contigo siempre.

—Por favor.

Me jaló hacia él para besarme; puse mis brazos detrás de su nuca, y él colocó sus manos en mi trasero.

—Me lo puedes recompensar —sugirió apretándome más—. ¿Quieres?

Sonreí asintiendo.

—Vámonos o llegará la chismosa de Estef —susurró burlón.

—No seas grosero.

Se levantó del sofá conmigo aún en brazos y caminó hacia mi cuarto. Me dejó caer sobre la cama.

—Así me encanta verte, mami —dijo viéndome postrada en la cama.

—Ven, ya.

Él me sonrió y se quitó la camisa para después colocarse encima mío. Cerré mis ojos al sentir sus besos en mi cuello.

Pronto sentí que los labios de Junior bajaron, pero después de unos segundos se detuvieron. Abrí los ojos extrañada y después lo miré observando fijo hacia el buró.

Mierda, las pruebas.

—¿Qué es eso? —preguntó retirándose de mí—. ¿Son tuyas?

Apreté los ojos, qué tonta.

—Tenemos que hablar —dije nerviosa.

—¿Son tuyas o no? —asentí—. ¿Por qué no habías dicho nada, Paula?

—Lo iba a hacer hoy.

Suspiró tomando una de las cajas en su mano y sentándose junto a mí.

—Desde cuándo sospechas —preguntó después de unos segundos.

—¿Te acuerdas cuando vomité? —él asintió—. Chequé mi calendario y tengo dos semanas de retraso.

Se quedó pensando de nuevo.

—Tulum? —asentí.

—¿Qué piensas? —pregunté nerviosa.

—No sé, amor —contestó—. Esto jamás me pasó por la cabeza.

Miré al piso, mis manos y piernas temblaban,no sabía qué hacer o decir.

—No te preocupes, mami —se acercó más a mí—. Aún tenemos que hacer la prueba, y yo ya estoy aquí; lo vamos a hacer juntos.

—Tengo miedo.

—Sí, mi amor, yo sé —me abrazó—. Pero todo va a estar bien, vas a ver.

Me escondí en su pecho, y las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, me fue imposible no soltar un sollozo.

—No, chula —dijo Junior levantando mi cara—. No va a pasar nada malo; ya llegué yo, estamos juntos.

Limpió mis lágrimas.

—Nadie te está reclamando nada, mi amor —dejó un beso en mis labios—. Sé que estás asustada, yo también lo estoy, pero con nadie más me gustaría pasar este tipo de cosas.

—¿Qué vamos a hacer si sale positivo? —pregunté preocupada.

—Entonces tendremos otra conversación, pero mientras tanto, no te martirices, mi amor.

Me acercó para dar un beso en mi frente.

—¿Cuándo las harás?

—No sé, no quiero —dije escondiéndome de nuevo en su pecho—. Te estaba esperando para hacerlo.

—¿Por qué no nos relajamos unos instantes y cuando te sientas más tranquila, lo hacemos? —asentí—. Ven, mami, acuéstate.

Junior se levantó y abrió las cobijas de la cama para que ambos entráramos. Me acurrucé, y él se puso detrás mío.

—¿Cómo te fue? —pregunté.

Y así, sin darnos cuenta, pasamos horas hablando de nosotros. Recordamos anécdotas, volvimos a hablar del día que me pidió y otras cosas bobas.

—Oye, te pregunto algo y no te enojas? —asentí—. ¿Qué te gustaría que fuera?

—¿Qué? —lo miré confundida.

—El bebé.

Solté una carcajada y rodé los ojos.

—Eres un tonto —respondí.

—¿No lo has pensado ni tantito? —preguntó y peinó mis mechones.

Me quedé callada unos segundos.

—Tal vez, niña —sonrió al escuchar mi respuesta—. ¿Y tú?

—También —dio un beso en la punta de mi nariz—. Cómo me encantaría tener una mini Pau.

Reí con ternura.

—Y aunque sea igual de batallosa que tú —dijo tomando de mis caderas para subirme encima suyo.

—Ahora sí no te podrás ir nunca, ya te amarré —me burlé tomándolo de las mejillas.

—Yo te lo dije desde que empezamos, chula —contestó—. A la única que quiero como madre de mis hijos es a ti.

Sonreí y lo besé.

—No sabes como la consentiría—siguió hablando—Me acabaría la vida con el bebé.

—Yo sé que si, mi amor.

Mire las pruebas en el buró, suspire y supe que era momento.

—Yo creo que ya hay que hacerlo.

la cherry; junior hWhere stories live. Discover now