79.

1.9K 201 18
                                    

—No te agüites, ya se solucionará.

Negué, dando una calada a mi gallo.

—Yo creo que al chile ya no me quiere —dije triste—. Andaba más feliz cuando Gabito le mando mensajes que cuando me ve.

Sentí terrible decirlo.

—Eres un dramático, pinche Junior —me dijo Nata riendo—. Vente, vamos a convivir ya que llegaste a interrumpir.

Nos levantamos y fuimos al jardín donde había tres chicas en la alberca y dos amigos más de Nata. Saludé con la mano y me recosté en un sillón lejos de ellos.

Así pasé lo que quedaba de la noche, alejado de todos mientras fumaba y bebía.

—Solo viniste a ponerte bien pedo, pinche Junior —dijo Nata acercándose.

—¿Qué más quieres que haga?

—Ya deberías haber llamado a Pau para que se reconcilien, tienen una niña, wey.

—No nos vamos a separar —contesté—. Solo ya no me quiere.

—¿Cómo verga no te va a querer?

—Todo el tiempo estamos con Mel, ella nos despierta o nos manda a dormir, cuando no, Pau está dormida —seguí—. ¿Sabes hace cuanto no cogemos?

—Pues están acostumbrando a tener un bebé, wey, no seas menso.

—No es eso, me da miedo que ya se haya acabado el amor entre nosotros.

—¿Cómo crees? —me golpeó en el hombro—. Eso dices porque no has visto cómo te mira ella.

Di otra calada a mi gallo negando.

—¿Por qué no te metes a la alberca para relajarte?

—Si se entera Pau, me mata —Nata rio—. Estoy bien aquí, yo creo que ya me voy.

—Te vas a quedar a dormir, wey, estás bien ido.

Me recosté completamente en el sillón, cada vez más borracho y drogado. En Altavoz comenzó a sonar y sonreí al escuchar el alardeo de Nata por mi canción.

Estuve a punto de llamar a Paula, pero ella me ganó.

Hasta en eso estamos conectados, chiquita.

—¿Dónde verga estás? —sonreí al escucharla.

—Por favor, mi amor, no cuelgues —canté mientras me levantaba del sofá—. Mejor dime cuándo vuelves para que vuelvan esos días, donde tú sí me querías.

—¿Estás tomando?

—Pues claro, mami —di una calada a mi cigarro—. Mi morra dejó de quererme.

—Eres un dramático, Antonio.

—Nada más eso me dices, ¿eh? —entré a la cocina—. Que soy un dramático, ya no hay ni un te amo desde que nació Mel.

—Mi amor, pero tú sabes que te adoro con todo mi corazón.

—No, no lo sé, Pau —suspiré—. Siento que ya no estás tan enamorada de mí como al principio, mientras que yo a diario muero de amor por ti.

Tal vez era que estaba demasiado borracho, pero al fin estaba diciendo lo que sentía hace días y que tanto me tenía irritado.

—Junior, yo también me muero de amor por ti —contestó—. En el hospital no paraba de presumirle a todos lo afortunada que soy de tenerte.

Lo mismo que dijo Nata.

—Pero a mí no me lo haces saber.

—No, mi amor, perdóname —tomé mi vaso—. No sabía que te sentías así.

—Es que ya no quieres hablar conmigo —dije triste—. Por eso me emperro tanto con que con el otro wey si quisieras hablar.

Maldito Gabito chismoso, siempre tiene que meterse en lo que no le incumbe.

—Es como si yo hubiera comenzado a fastidiarte.

—Nunca, nunca digas eso, sabes que...

Una de las chicas que estaban en la alberca entró a la cocina. Estuve a punto de decirle que se callara, pero fue más rápida.

—Dice Nata que... —rodé los ojos, callándola.

—Vete a la mierda, Antonio —escuché del otro lado de la línea antes de que me colgara.

—Puta madre —dije molesto.

Yo ni si quiera había visto a esa morra y ahora, por su culpa, me van a poner la verguiza de mi vida. Comencé a marcar desesperadamente el número de Paula, pero me mandaba directo al buzón.

—¿Qué traes? —entró Nata.

—Mandaste a una de tus morras y Pau escuchó.

—Valió verga, compadre—dijo molestando.

La ignoré y seguí marcando. Al notar que no contestaba, me levanté.

—Ya me voy a la casa, wey.

—No, mira nada más cómo estás —me detuvo—. Ahorita le marco, quédate aquí.

Salió para buscar su teléfono, y fui tras de él. Nos sentamos en el sillón del fondo del jardín.

—¿Ves? Ya me voy —dije de nuevo al ver que no contestaba—. Va a estar emputadisima.

—Pues es tu culpa, ¿por qué vergas tenias que salirte?

Bufé, tomé lo último de mi vaso y me levanté. Nata me detuvo mientras finalmente hablaba con alguien.

—Déjala pasar —escuché—. Ahí está, siéntate, voy a abrirle.

Suspiré aliviado.

la cherry; junior hNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ