CAPÍTULO 2

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Si su vida no dependiera de esta investigación, Nínive habría rechazado el empleo apenas supo que abandonaría Maine y se trasladaría a una universidad francesa. «Y ni siquiera está en Paris», pensó mientras contemplaba el edificio desde las alturas, en medio de la nada. Por tercera vez se preguntó en qué clase de universidad impartía clases la doctora De˗Ràzes. El helicóptero había despegado desde Carcasona hacía unos diez minutos, y ahora se aproximaban a un enorme edificio que lucía más como una catedral que una universidad.

     —Aquí, S.A. Betha. Solicito autorización para aterrizar.

     «Sí. Aquí es». La decepción desinfló los pulmones de Nínive al confirmar que pasaría meses rodeada de... pasto. Se había hecho una idea muy distinta de cómo sería su estadía en el país europeo.

     —¿Te encuentras bien? —La doctora De˗Ràzes la contemplaba con sus cejas enarcadas, sentada a su derecha. Siendo una de las mejores bioquímicas del mundo, Nínive sabía que, si ella no podía resolver el misterio detrás del SCD, nadie podría hacerlo.

     Por eso falseó una sonrisa.

     —No vomitaré como en el avión, si eso es lo que te preocupa. —Sonrió de verdad al ver cómo el piloto elevaba sus cejas y se despegaba un poco del respaldo de su asiento.

     —No, no es eso. Tan solo... —Agnès hizo un aspaviento con su mano—. Olvídalo.

     Nínive asintió con su cabeza. Por más que lo negase, los ojos celestes de la doctora no conseguían engañarla. Había estado pendiente de sus movimientos después de que arruinara la preciosa moqueta color crema al devolver la cena, acompañada por hilos de sangre producto de la transfusión fallida. Podía apostar que en estos momentos De˗Ràzes la veía como un fenómeno, como lo hacían todos en Maine.

     Un crujido lleno de estática la sacó de sus propios pensamientos:

     —Aquí, torre de control. Pista B preparada. Repito: pista B preparada. Nos encontramos bajo código rojo, por lo que necesitamos que nadie descienda de la aeronave hasta que los agentes lo consideren seguro.

     —¿Cómo dice? —De˗Ràzes se inclinó hacia el piloto—. ¿Cómo que código rojo?

     Nínive arrugó el ceño. Por la reacción de la doctora, no significaba nada bueno.

     El piloto tartamudeó un poco al contestarle a la torre de control:

     —Entendido. Pista B. Aguardaremos hasta próximo aviso.

     —Exijo que pida más información —dijo De˗Ràzes—. No pueden retenernos como si nada, tiene que haber una explicación.

     —¿Qué quiere decir con código rojo? —preguntó Nínive.

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