CAPÍTULO 44

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El teléfono de la sala de prensa no dejaba de sonar

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El teléfono de la sala de prensa no dejaba de sonar. Alumnos reportaban haber visto oficiales del DII dentro de la habitación de Nínive, otros afirmaban que el príncipe DeBlanckfort estaba herido... Incluso había guardias que cuchicheaban sobre otra falta de respeto por parte del heredero al cargar a una chica por segunda vez. Kina se sentía desbordada; si no llamaban para esos extraños sucesos, lo hacían para pedir o dar información respecto al avistamiento de la infanta Marie-Helénè, de quien no se sabía nada, solo que se encontraba en la abadía. El resto eran rumores. Rumores que Leslie sabía cómo aprovechar a la perfección...

—Quiero las palabras «real escándalo» en negrita, Clarice. Y tú, Rose: necesitamos una foto que pruebe que el heredero ha vuelto a cargar a esa terrestre. Alguien tuvo que presenciarlo; entrevista a los estudiantes de ser necesario.

—¿Ahora? —Rose dejó de golpetear su mentón con el bolígrafo.

—¿Tú qué crees? Sí, ahora. Alguien debe de estar despierto o rumiando por los pasillos para chismorrear. El resto podrás averiguarlo mañana.

Kina frunció el ceño mientras veía cómo Rose recogía su libreta y salía casi que corriendo de la sala. «¿No tenemos un tema más importante para desarrollar?», moría por preguntar, pero ya conocía la respuesta de Leslie de memoria: «Reportamos lo que los estudiantes quieren saber, Kina, no somos Le Sang». Ella ya lo sabía, pero no por eso dejaba de detestarlo; los ejemplares se agotaban solo cuando el príncipe aparecía en la portada o cuando una nueva candidata a reina aparecía, por lo que Leslie había decidido que prefería mil veces afirmar que se agotaban los ejemplares a que asegurar que su contenido poseía rigor periodístico. «Es una mejor referencia ahora que internet se está llevando al público», solía decir. Kina no estaba del todo convencida, pero era Leslie la encargada del periódico, por lo que, cada vez que su paciencia se colmaba, se recordaba que cada crédito extra contaría a la hora de buscar empleo.

Mientras Leslie seguía recibiendo llamadas por parte de testigos, Kina tomaba nota y subrayaba diversas líneas cada vez que los testimonios parecían coincidir. «¿En qué clase de problemas te has metido esta vez, Nínive?», se preguntó cuando otro estudiante afirmó que el DII se encontraba ahora mismo en la habitación del «fenómeno de De-Ràzes». Los relatos también coincidían en que el heredero había sido visto herido, y toda la atención de Leslie se centró en el estado de salud de Su Alteza.

—No creo que hay sido grave. —Clarice no despegaba la vista del ordenador, terminando de diseñar los titulares—. Es un noventa y nueve, se recuperan rápido.

Leslie torció el gesto.

—Eso no significa que sean inmunes a la muerte. Los Minoritarios lo saben muy bien, y por eso me pregunto qué tanto tiene que ver esa terrestre con el hecho de que el heredero haya caído en un ataque por primera vez en su vida.

Kina apartó sus ojos de la libreta.

—No puedes insinuar que...

—¡Oh, por favor, Kina! —Leslie colgó el teléfono—. Que tú y Wagner seáis amigos de ella te convierte en la persona menos indicada para opinar. Solo mira los hechos; desde que DeBlanckfort decidió involucrarla, las cosas solo han empeorado; su imagen pública cayó en picada, el índice de seguridad está por los suelos, los Minoritarios consiguieron derramar su sangre... ¡Estamos cerca de ver cómo otro rey cae frente a nosotros y la única constante aquí es esa chica!

SangbìbiersWhere stories live. Discover now