CAPÍTULO 9

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Devon abrió el pequeño sobre y vertió el polvo dorado en su copa, antes de recostarse en el chaise-longue antiguo para poder terminar de leer los últimos reportes del DII

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Devon abrió el pequeño sobre y vertió el polvo dorado en su copa, antes de recostarse en el chaise-longue antiguo para poder terminar de leer los últimos reportes del DII. La autopsia había arrojado lo obvio, y las muestras de ADN recolectadas por los oficiales pertenecían al último chico que la había visto con vida; el novio de la víctima, de acuerdo con los testimonios de los estudiantes. El DII había diseñado un operativo para darle captura al sospechoso, y Devon aprovechó el despliegue para subir al tercer piso y terminar con el ayuno que se había prolongado demasiado.

     —¿Se cerrará el caso una vez encuentren al muchacho? —LeBlanc bebía una taza de té con gran elegancia. Después de la autopsia había lavado sus manos con énfasis y había sustituido su traje por uno nuevo, color caqui.

     Devon bebió un sorbo de sangre perlada a causa del polvo de oro.

     —No lo sé. Tendríamos que interrogarlo, saber si trabaja solo. —Quedó ensimismado, recordando sin intención las palabras de la terrestre: «Cuando halle al asesino antes que todos vosotros o vuelva a aparecer otro cadáver, te arrepentirás». Devon miró a LeBlanc—. ¿Crees que el fenómeno que De-Ràzes trajo tiene algo que ver?

     Depositó el platillo sobre la mesa sin prisa y miró a Devon con sus cejas juntas.

     —Según tengo entendido, tanto la chica como De-Ràzes llegaron esta mañana, minutos después de que tú lo hicieras.

     Devon no dijo nada. LeBlanc sonrió al percibir su decepción.

     —No tendrías que ser tan duro con ella.

     Los ojos de Devon se clavaron en la expresión apacible de su amigo.

     —¿Que no sea tan duro? ¿Acaso no tienes memoria, LeBlanc? Durante siglos, lo único que han hecho los terrestres es organizarse o aliarse con células minoritarias para destruirnos. Difamación, agresiones, abusos, torturas... ¿Nada de eso te suena?

     LeBlanc bajó la mirada.

     —Sí, lo sé. —Hizo una pausa—. Pero también sé que muchos terrestres han sido de gran ayuda para nosotros y viceversa...

     —Lo dices porque eres fanático de los textos del priorato.

     —Eso no es del todo cierto. Me he pasado años realizando expediciones; he conocido a muchos terrestres que, pese a saber de mi alimentación, fueron muy cordiales.

     —Porque eran miembros de la Orden d'Sang; terrestres que pasaron un sinfín de pruebas que garantizaran el hecho de que no vomitarían al conocerlos.

     LeBlanc rodó sus ojos.

     —Es cuestión de abrir el corazón, Devon. Y hablando de abrir el corazón...

     —Ni lo sueñes.

     —¿Qué? Estamos en los últimos meses previos a tu cumpleaños. No me digas que no has pensado al respecto porque no te creeré: hoy llegó una carta del Duque de Avignion. Mencionaba que pronto visitaría la abadía junto a su hija, aunque dudo que nos visite en semejantes condiciones. Sin embargo, Marie-Helénè no me parece mala opción... —LeBlanc calló cuando Devon depositó la copa vacía con prepotencia al ponerse de pie.

     Por un momento, un tenso silencio flotó en el salón decorado al estilo rococó.

     —Marie-Helénè nunca será una buena opción y te consta. —Devon intercambió miradas con LeBlanc—. Es desesperación, nada más. Sin importar lo que digan los Tasclainers, han pasado veinte años y no han hallado a ninguna chica que se aproxima al porcentaje indicado.

     —¿Cancelarás la búsqueda?

     Devon comprimió sus labios y negó con su cabeza.

     —No. Pero tampoco seré tan ingenuo. Haré lo que deba hacer para tener es maldita corona de una vez... —Se interrumpió a sí mismo cuando oyó su teléfono—. Wagner. ¿Habéis encontrado al sospechoso?

     El director del DII dudó.

     —Pues... Algo así. Lo hemos hallado, pero... está muerto.

     Devon frunció el ceño.

     —¿Muerto?

     —Ya hemos colocado una doble barrera en el área, tal y como esta mañana. Todo parece indicar que se ha suicidado, algo típico en crímenes pasionales, pero no queremos hacer conjeturas hasta realizar la autopsia. Nos encontramos en el Pabellón de Lyon, por si quieres ver la escena por ti mismo.

     Devon colgó la llamada y permaneció absorto.

     LeBlanc se aclaró la voz para llamar su atención.

     —Umm... Acabo de escucharte decir «muerto», por lo que supongo que no son buenas noticias y no es momento, pero... ni te creas que vuelvo a hacer una autopsia en mi vida.

SangbìbiersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora