CAPÍTULO 27

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La doctora De-Ràzes había dicho poco y nada desde que Nínive hubo ingresado al laboratorio

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La doctora De-Ràzes había dicho poco y nada desde que Nínive hubo ingresado al laboratorio. La excusa perfecta era el montón de investigaciones que cada una leía, vinculadas a casos de terapia genética exitosos. Una de las pocas cosas que Agnès había dicho era que no podrían avanzar hasta que DeBlackfort levantara el código rojo; pues nadie podía ingresar o salir de la abadía y era necesario traer un grupo de expertos si querían avanzar rápido; muchas investigaciones tardaban tres años en dar con el vehículo adecuado, aquel que pudiera atravesar los tejidos necesarios. Algunas terapias ocasionaban leucemia años más tarde, por lo que ese vehículo sería crucial para evitar daños; Agnès tenía en mente los virus adenoasociados, pero para ello había que buscar la forma de derribar la inmunidad humoral, por no mencionar los altísimos costos para los que, según ella, debería pedir la aprobación del Consejo. Eso era lo que más le preocupaba a Nínive: no se imaginaba a DeBlanckfort aprobando un presupuesto de un millón de euros para un terrestre.

—No será nuestro único recurso —había dicho la doctora—. Comenzaremos con un estudio genético; nos aseguraremos de ubicar los genes que han de ser modificados mientras esta locura no termina.

Nínive prefirió concentrarse en ese estudio. Su caso era excepcional; se suponía que las personas con SCD poseían progenitores con hemoglobina S, pero, al llegar al mundo, cuando los doctores detectaron la anemia, repararon en que ninguno de sus padres era portador. Este detalle convertía el mapeo genético en una obligación, y rastrear treinta mil genes no era tarea sencilla.

—Por cierto —De-Ràzes bajó sus gafas para mirar a Nínive—, he pedido sangre a Ginebra. Allí están nuestras reservas. Llegará una ampolla de Rh nulo en unos días.

Nínive frunció el ceño.

—Pero, la última vez que Colleman realizó una transfusión...

—Leí tu expediente, Nínive. Sé que hubo un rechazo, sé que tuviste secuelas, pero también sé que decidiste ser parte de una investigación que podría convertirte en un blanco para los Minoritarios.

Nínive quedó muda por un instante.

—¿Cómo sabes que me uní a la investigación?

De-Ràzes bajó los folios que estaba leyendo y los apoyó sobre la mesa de granito.

—Pierrick me puso al tanto. —Hizo una pausa—. Sabes, no puedo decirte qué hacer ni cómo, pero permíteme darte un consejo: evita a DeBlanckfort y sus allegados. Son esferas cuyo poder es ansiado por personas demasiado perturbadas, y si tú te metes en su camino... Me veré forzada a usar esa ampolla de sangre y no quiero hacerlo, ¿de acuerdo?

Deseó haber tenido una respuesta instantánea, pero a Nínive no se le ocurrió nada. Como De-Ràzes comenzó a recoger sus pertenencias, supuso que la doctora había pospuesto sus comentarios hasta la hora del almuerzo para evitar las múltiples preguntas que surgirían. No tardó ni un minuto en ponerse de pie.

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