CAPÍTULO 8

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—¿Esperar? ¿Cómo que esperar? —Nínive intentó cruzar el umbral al final del Punto Cero, un amplio espacio al cual se accedía por la puerta principal de la abadía, pero los oficiales que flanqueaban la entrada al Pabellón de Reims volvieron a cerra...

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—¿Esperar? ¿Cómo que esperar? —Nínive intentó cruzar el umbral al final del Punto Cero, un amplio espacio al cual se accedía por la puerta principal de la abadía, pero los oficiales que flanqueaban la entrada al Pabellón de Reims volvieron a cerrarle el paso. Dejó sus brazos en jarra—. La doctora De˗Ràzes dijo que podía ingresar al laboratorio. ¿Dónde está vuestro superior?

     Los dos oficiales cuyos chalecos antibalas tenían el acrónimo DII en color blanco intercambiaron miradas sin mover sus cabezas.

     —Es una investigación confidencial —dijo uno de ellos—. Nadie puede pasar hasta que termine. Órdenes expresas del director y Su Alteza Real.

     —Ya veo. —Nínive echó un vistazo hacia el pabellón donde se encontraban los salones de clase, de acuerdo con lo que le había indicado una alumna cuya tartamudez no sabía muy bien a qué acreditársela. El lugar estaba vacío—. Y... ¿Cuánto durará esa dichosa investigación? ¿Es por el cadáver que estaba afuera? ¿No tenéis una morgue fuera de la universidad o qué?

     Uno de los oficiales frunció el ceño mientras que el otro respondió:

     —No se ha establecido un horario específico. Y la información es confidencial.

     Nínive arqueó una ceja.

     —Ajá... —Volvió a echar un vistazo hacia el pasillo flanqueado por puertas con letreros de acrílico. Otra vez, no había movimiento alguno. Entonces soltó un resoplido—. ¿Sabéis qué? Aguardaré en la cafetería hasta que vuestro director y «Su Alteza» terminen de usar sus cerebros, lo cual espero que sea pronto. Sin embargo, si ese lunático con capucha negra que vi en las escaleras llega a matarme, tendréis serios problemas.

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