CAPÍTULO 3

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Jeff jamás había puesto un pie en la biblioteca

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Jeff jamás había puesto un pie en la biblioteca. Hasta ahora. Era el único lugar con vista a los jardines sur. Bueno, el único lugar fuera de la vista de los profesores, quienes le pedirían que regrese a clases, pero él no pensaba asistir y perderse lo que ocurría cerca del muro. Kina de seguro lo mataría por faltar a su presentación en equipo de biología, pero la recompensaría al proporcionarle información que ni siquiera la misma Leslie —encargada del periódico de la universidad— conseguiría.

     Por detrás del libro que fingía leer, todavía encorvado, ajustó sus binoculares y alzó la mirada con disimulo. No cabía dudas de que algo malo había ocurrido; no habrían llamado a su hermano, el director del D.I.I., de lo contrario. Además, era predecible: el príncipe celebraría su vigésimo primer cumpleaños en agosto, y muchos celebrarían el regreso de la corona después de la matanza del 97. Sobre todo, Huges, padre de Devon; Jeff tenía la teoría de que el conde ansiaba esa corona más que su propio hijo. «Y esto sí que lo cabreará», pensó al ver cómo los oficiales del D.I.I. trasladaban el cuerpo.

     Se quitó los binoculares y juntó las cejas. ¿Quién era la víctima? O, mejor aún, ¿qué diría la versión extra oficial de los hechos? Jeff dudaba que dijeran la verdad. Casi nunca lo hacían; su hermano guardaba consigo los mejores secretos de reino y, pese a que Jeff quería conocerlos todos, solo obtenía migajas, pero bastaba con eso para saber que nada, nunca, era lo que parecía dentro de las esferas más altas del poder.

     —¿Qué acaso los aliens no se cazan por la noche, Jefferson? —dijo un chico al pasar con sus amigos, quienes rieron por lo bajo.

     Jeff les lanzó una mirada furibunda.

     —No, Charles. Resulta que se pueden hallar toda clase de fenómenos durante el día. —Se colocó sus binoculares para ver al grupo de chicos—. Mira, acabo de encontrar uno muy interesante ahora mismo.

     Charles apretó sus puños.

     —Tienes suerte de que Jason sea tu hermano.

     Jeff esbozó una sonrisa socarrona.

     —En realidad, Jason tiene suerte de tenerme a mí. Ahora, ¿por qué no os perdéis? Tengo mejores asuntos que tratar —dijo con un ademán desinteresado, regresando su atención a la ventana frente a él.

     Estaba más que acostumbrado a las burlas por parte de sus compañeros. Sin embargo, esos mismos que se reían de él por creer en extraterrestres y en teorías conspirativas, se postraban en un altar cada día sagrado para rezarle a sus dioses imaginarios. ¿Quiénes eran los raros al final del día? Pero Jeff le restó importancia en cuando oyó el crujido proveniente de su auricular, el motivo por el cual muchos estudiantes lo creían solo al verlo «hablar solo». La voz acelerada de A.J. empezó a oírse.

     —Woah. Viejo, te daré una última actualización porque nos han dicho que el D.I.I. viene en camino para revisar las filmaciones de esta madrugada.

SangbìbiersWhere stories live. Discover now