CAPÍTULO 49

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Nínive se encontraba arrellanada en el sillón individual, tan lánguida como calmada, mientras que el doctor McHugh le contaba una historia acerca de cómo los sangbìbiers se habían encargado durante siglos de comerse y robarse la sangre de los terr...

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Nínive se encontraba arrellanada en el sillón individual, tan lánguida como calmada, mientras que el doctor McHugh le contaba una historia acerca de cómo los sangbìbiers se habían encargado durante siglos de comerse y robarse la sangre de los terrestres. Cada nueva línea era peor y más atemorizante que la anterior, y dio un respingo cuando él aplaudió de repente frente a sus ojos.

-¿Comprendes entonces por qué es necesario que te deshagas de DeBlanckfort, Nínive?

Ella asintió con pesadez, casi sin parpadear.

-Es por el bien de toda la humanidad -le recordó McHugh-. Si los sangbìbiers llegan a tener un cien por ciento, querrán conquistar el mundo entero y esclavizar a los terrestres mediante un emperador inmortal. ¿Te parece justo?

Nínive negó con la cabeza.

-Muy bien. A mí tampoco me parece justo. Y por eso es que te he pedido ayuda. -McHugh llevó una mano hasta el bolsillo de su pantalón gris, de donde sacó una navaja suiza. Al desenvainarla hizo que el filo de su hoja plateada resplandeciera bajo la luz del despacho-. Mis huesos están demasiado viejos como para hacer justicia por mano propia. Por eso necesito aliados, y tú eres ahora mi mayor aliada, ¿comprendes? -extendió la navaja cerrada en su dirección y Nínive la tomó-. Pero no puedes mostrarle esto a nadie. Mucho menos al demonio de DeBlanckfort, porque, para matarlo, tendrás primero que oír la señal.

-¿Qué señal? -balbució con sus ojos cerrados.

-Oh, no te preocupes, querida. La señal es muy clara: oirás mi voz diciéndote las palabras clave, «Vi Draco», y tu fuerza interior se encargará de todo lo demás.

La rodilla de Nínive se sacudió con un espasmo, así como su cabeza.

-¿L-lo... mataré?

-Oh, no. No, tranquila. -McHugh le dio un toquecito a su rodilla inquieta. Después hizo que cerrara su mano alrededor de la navaja suiza-. Esto de aquí no le hará daño. Es solo una inyección, querida. Cuando le inyectes esto en su corazón, el remedio que tiene dentro lo limpiará de cualquier entidad maligna y lo dejará debilitado. ¿Entiendes lo que digo?

SangbìbiersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora