CAPÍTULO 48

263 66 62
                                    

Siete días

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Siete días. El juicio se había pospuesto siete días, así que Nínive necesitaba que DeBlanckfort convenciera a Wagner de hacer el arresto de una vez por todas. No había evidencia contundente, pero ella sabía que el arresto en público podría ser un detonante. A primera hora de la mañana se había bebido una botella de jugo de naranja entera, después de que un mareo le anunciara que sería un día complicado para su SCD. Había llamado a su madre en la oficina de Agnès, y también tuvo que aguantarse un regaño de ocho minutos enteros en los cuales la doctora despotricó contra DeBlanckfort, su impunidad y el error que ella misma estaba cometiendo al meterse en donde no debía.

Nínive permaneció callada; no porque no tuviera nada que decir (tenía, de hecho, muchísimas protestas), sino porque estaba corta de tiempo y tenía que pasar por la oficina de McHugh antes de las once si quería disculparse. Odiaba pedir disculpas, pero reconocía que su comportamiento no había sido el más civilizado. O al menos eso le diría a McHugh para que no saliera corriendo a hacer una denuncia más contra ella.

Una vez frente a la puerta con el letrero de acrílico, acomodó los tirantes de sus pantalones, enderezó su espalda, maldijo por lo bajo al tener que hacer algo que detestaba y golpeó tres veces la puerta. El anciano bajito y robusto de pelo blanquecino no tardó en asomar la cabeza.

—Señorita Bryce. Qué sorpresa.

Nínive comprimió sus labios en lo que se suponía que era una sonrisa. «Odio mi vida», pensó antes de tratar de sonar amable.

—Lo sé, es solo que... Después de tanto drama y escándalo no tuve la oportunidad de explicarle. No era mi intención robar el expediente de King. Bueno, sí que lo era, pero necesitaba corroborar sus horarios de clases y otras cosas que el priorato se rehusaba a conceder para la investigación y... —Se detuvo cuando McHugh dejó una de sus manos en alto.

—Lo comprendí cuando testificaste el día de ayer. Supuse desde un principio que los buscabas con fines investigativos, pero el director Wagner no estuvo de acuerdo; él lo vio como una desobediencia al DII, así como también temía que tú mostrases esos documentos. Bueno, ese también era mi temor; se supone que debo asegurarme de que permanezcan bien guardados.

—Oh, no se preocupe por eso. —Nínive abrió su maletín, de donde sacó el expediente de King—. Aquí lo tengo. Y no se lo he mostrado a nadie. Bueno, si descontamos a DeBlanckfort, claro.

McHugh cogió el folio en sus manos una vez Nínive lo extendió en su dirección. Lo contempló en silencio un instante, hasta que una mueca se formó en su rostro al devolverle la mirada a Nínive.

—Sé que no debería decir esto, y pido que no se lo comente a nadie, pero... me parece que usted ha sido una buena influencia para él.

—¿Para él?

—El futuro rey, Devon I. Jamás lo había visto sonreír en público, ¿sabes? Ha sido refrescante ver ese lado más... jovial, por así decirlo. Pero si alguien llega a enterarse de que he dicho esto, querrán matarme; se supone que no es bueno para el reino que el heredero se saltee las normas.

SangbìbiersWhere stories live. Discover now