CAPÍTULO 35

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—Jackson, necesito las grabaciones del día de ayer

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—Jackson, necesito las grabaciones del día de ayer.

AJ casi escupió su vaso de sangre cuando Wagner azotó la puerta, seguido por un oficial y dos guardias. «Oye, ni siquiera ha comenzado mi turno», protestó por dentro, muy consciente de que al reloj le quedaban unos minutos para las ocho de la mañana. Sin embargo, el apuro del director del DII estaba más que justificado; otro alumno había sido asesinado y, de acuerdo con lo que había oído, el culpable estaba recuperándose en la sala de emergencia que poseía el tercer piso. Así que se limitó a arrimar su silla al escritorio para ponerse manos a la obra.

—Veamos... —Varias pantallas comenzaron a transmitir imágenes a medida que el tecleaba sobre el ordenador—. Aquí están todos los ángulos disponibles desde la hora cero. King no sale de su habitación hasta las seis de la mañana.

El chico frunció el ceño cuando Wagner chasqueó su lengua.

—Bryce no estaba tan equivocada con sus locas conexiones —le escuchó decir a sus espaldas, de seguro que al oficial que tenía al lado.

AJ fingió ignorarlos, pero tomó nota mental para luego decírselo a Jeff. Hacía tiempo que la situación dentro de la abadía se había tornado peligrosa. Si su amigo contaba con Bryce, y ella a su vez estaba yendo en la dirección correcta, lo mejor era hacérselo saber.

El director le indicó a AJ hacer lo mismo que había hecho el día de ayer: seguir el camino de King, el cual ya se lo conocía de memoria y no cambiaría sin importar cuánto Wagner lo deseara: el chico iba a la cafetería, desayunaba, y luego se encerraba en el baño para cometer el crimen. De acuerdo con las tomas que enfocaban a la víctima, Leroux salía de su cuarto a las siete, iba a la biblioteca, salía de allí para ir al baño... y nunca más se lo vio con vida.

—Eran los únicos allí adentro —afirmó AJ, sintiendo que el día de ayer se repetía.

—Sí, lo cual hace que me pregunte cuál es la probabilidad de que justo alguien con el porcentaje indicado se adentre a un baño para ser asesinado —dijo Wagner, viendo con sus ojos como dos rendijas cada toma. Entonces negó con su cabeza—. No puede ser coincidencia, tiene que haber alguna clase de vínculo.

AJ se estiró hasta la consola de la sala para conectar una de las pantallas a su laptop.

—Ya he buscado en todos los perfiles de la víctima y allí no hay nada, tal y como sucedió con las anteriores. —Desplegó varias capturas de conversaciones y redes sociales en la pantalla principal de la sala—. Está limpio, sin conexiones minoritarias. Mira, no es por ser vago ni nada, pero... esto es exactamente lo mismo que le he proporcionado a los agentes que vinieron ayer; Leroux limpio, King sucio. Mismo modus operandi.

Wagner permaneció en silencio, leyendo la conversación que AJ había abierto entre Henry King y la célula Minoritaria. Por dentro, AJ sentía que su corazón latía a toda velocidad al tiempo que se mordía el labio. Moría por decirle a Wagner lo que había descubierto, pero esa misma mañana el priorato había deslizado una nueva profecía sellada con lacre. «No confíes. No hables. No digas nada. No hasta que prestes mucha atención», decía el simple papel añejo. AJ sabía que el viejo rara vez se equivocaba, pero, esta vez, hacerle caso implicaba obstruir una investigación de interés nacional e infligir la ley. Podrían acusarlo de complicidad de atraparlo con las manos en la masa. Por otra parte, romper su juramento con el priorato implicaba que su juicio internacional sería retomado. La pena podría ser menor ahora que habían pasado un par de años y las cosas con Estados Unidos se habían calmado, pero no quería tentar a la suerte; no sería el primer sangbíbier exiliado que muere en manos de la CIA por saber demasiado. Si Pierrick y el resto nunca habían sido descubiertos al quebrar la ley, él estaría a salvo.

Wagner miró al agente Wilson.

—Ve con el resto y haz hincapié en que tenemos que hallar el origen de esos malditos mensajes. —Wilson asintió cual soldado, a lo que Wagner añadió—: Y redoblen la seguridad en torno al príncipe, le guste o no. Ante protestas, decidle que se dirija a mí.

AJ elevó sus cejas. «Sí que tiene ganas de que lo maten», pensó, aunque se tensó cuando el director colocó una mano sobre su hombro.

—Necesito que retrocedas los pasos de King tanto tiempo como sea necesario, hasta dar con las plantas que causaron la muerte de Leroux. No me importa si debes retroceder meses, revisa cada cinta, ¿entendido? —Como AJ no respondía, Wagner repitió—: ¿Has entendido?

El chico sacudió su cabeza.

—Um, sí. Sí, por supuesto: revisar cada cinta, lo tengo. Puede que demore un par de horas, pero...

—Lo que sea necesario —acotó Wagner antes de darse la vuelta y abandonar la sala, seguido por los guardias.

Cuando AJ percibió que la esencia del grupo se había alejado lo suficiente, se desplomó sobre su silla acolchonada y soltó un gran suspiro.

—Viejo de mierda —murmuró, consciente de que era veintidós de mayo, y la única orden que tenía era la de «revisar» las cintas.

Cuando te digan «revisa», no revises.

Observa con mucha atención.

Esa había sido la profecía anterior. AJ se había pasado el día entero preguntándose a qué se refería el anciano profeta, pero ahora estaba más que claro: la única tarea que tenía en todo el día era revisar las grabaciones, pero, si se guiaba por el funcionamiento de los textos de Salvatore, en esas grabaciones estaban las respuestas y el motivo por el cual no podía confesarle a Wagner que él había revisado los archivos de King antes, sin autorización, cuando Bryce se lo pidió mediante Jeff. Esa vez, no había conversación entre el chico y la célula terrorista. La conversación había sido filtrada en el sistema poco tiempo después del asesinato, y ese detalle le inquietaba bastante: si las conversaciones eran falsas, ¿habían estado mordiendo el anzuelo que los Minoritarios habían preparado?

Sacudió su cabeza y decidió que mejor era no entrar en pánico. Lo único a su alcance era seguir un par de líneas escritas hace siglos con la esperanza de hallar respuestas.

SangbìbiersWhere stories live. Discover now