CAPÍTULO 15

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Los custodios de la entrada al palacio del tercer piso cerraron la puerta por detrás de Devon y su padre, quienes cruzaron el pasillo principal bajo los haces de luz que atravesaban las ventanas apuntadas, desparramándose por la alfombra roja y el...

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Los custodios de la entrada al palacio del tercer piso cerraron la puerta por detrás de Devon y su padre, quienes cruzaron el pasillo principal bajo los haces de luz que atravesaban las ventanas apuntadas, desparramándose por la alfombra roja y el suelo marmóreo abrillantado.

     —Entiendo que hay preocupaciones mayores, hijo, pero acallarías la mitad de las protestas dentro del Consejo proporcionando el nombre de una chica. Solo un nombre. No puedes solucionar el asunto de los ataques ahora, y si continúas obrando a espaldas de ellos... Sabes que no es conveniente tener una corte descontenta.

     Devon se detuvo y tiró su cabeza hacia atrás en medio del Salón Azul, una amplia habitación cuyo techo repleto de ornamentaciones doradas en estuco plasmaba varias constelaciones en torno a una sola estrella, todo sostenido por columnas cuyos fustes toscanos daban lugar a unos capiteles con patrones de alas doradas. «La Constelación de los Dioses», así le llamaban dentro del luxirianismo a la enorme obra de carácter astrológico. Cuando Devon regresó la mirada al frente, se encontró con la expresión impaciente de su padre.

     —No pienso hacer ningún anuncio.

     —Oh, por todos los dioses...

     —¿Crees que lo hago por mi propio bien? —Indicó la puerta—. Es obvio que allí afuera no hay nadie mejor que Marie-Hélène para ser reina. Sin embargo, si abro la boca, ¿qué crees que sucederá? Pasará a ser su próximo blanco, no cabe duda.

     —¿P-próximo? —La cara del conde se había transformado—. Pero tú dijiste que...

     —Cuantos menos estén al tanto, mejor. —Devon se inclinó—. Lo que Wagner descubrió no es bueno. Para nada. No obstante, hacerlo público podría empeorar las cosas y alejar a quienes debemos darle caza. Ya conoces nuestro lema: «la desconfianza...

     —... es lo último que se pierde» —complementó el conde. Quedó descolocado un momento, digiriendo las implicaciones. Entonces posó una mano sobre el hombro de su hijo—. Sabes que navegas en aguas turbias, Devon. Comprendo tu posición, pero recuerda que ese Consejo puede resultar ser tu propia tumba si no les complaces de vez en cuando; basta con nota a los medios de comunicación para desatar inconformismo en el pueblo y que este sea aprovechado por los Minoritarios para reclutar miembros.

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