Capítulo 40

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Gabriel

No sé cómo describir estos últimos días de mi vida.

Podría mencionar una serie de acontecimientos pero todo se resume en una sola palabra: Luna.

Y es que entre las clases de piano, las ocurrencias suyas y las pláticas hasta media noche estoy disfrutando bastante todo ese tiempo que paso con ella y, voy a admitir ―no frente a Juan por supuesto―, que hasta espero con ansias que se llegue mi hora de salida e irme a casa solo para verla.

Caigo en cuenta que últimamente hasta me gusta regresar a casa solo para ver a Luna.

Tal vez es momento de entrar en pánico.

Pero es que a ver... ¿Quién no ama platicar con Luna? Hasta mi madre, quién había venido a mi casa dos veces solo para hablar con Lu ―sí, solo para hablar con ella― y, por supuesto, Lu no desaprovechó la oportunidad, en ambas ocasiones la invitó a cenar con nosotros. Según Luna, estábamos a mano porque yo invité a desayunar a Fede, el no sé qué de su hermana, el otro día.

Entonces yo había invitado a Fede de nuevo, porque mi mamá apareció en mi casa dos veces, lo que significa que le queda a Fede otra oportunidad. No se lo dije a Luna, claro.

En fin, es que Luna tiene cada anécdota y, además, cuenta todo sin pelos en la lengua, algo que mi madre disfruta al parecer. Caterine parece hasta capaz de ponerle un altar a Lu, le comenta todas la fotos que publica en redes sociales y posteó como diez fotografías con Luna en sus historias y solo en una de esas imágenes había aparecido yo.

Y solo fue el reflejo del espejo.

Pero no puedo juzgarla, es que Luna es así, tan amable, cariñosa, educada y seductora, tan sociable y divertida, con una mirada pícara, una sonrisa encantadora y esa seguridad que tiene... es que esta mujer tiene todas las herramientas para hacerte caer a sus pies cuando se le dé la gana.

Hasta a mí, pero esa es otra de las cosas que no voy a admitiría en voz alta, por supuesto.

Pero bueno, volviendo al tema de la cena con mi madre. Desde el martes que se apareció por mi apartamento había notado el piano en mi sala y lo primero que dijo fue:

―Tienes un piano, Gabriel. ―Cuando yo le dije que sí, que ahora estaba aprendiendo a tocar el instrumento, ella con una sonrisa, soltó: ―¿Recuerdas que te dije que te inscribiría a clases de música y me dijiste odiabas la música?

A Lu se le escapó una risita y me miró cuando le contesté a mí madre que no podía juzgarme por cosas que dije a los doce años. Entonces, con esa sonrisa pícara suya, me dio un vistazo y le dijo a mi madre:

―Eso es porque todavía no me conocía a mí.

Mi madre secundó esa idea. Y yo me reí y le contesté que cuando yo tenía doce años ella tal vez estaba en el kínder, entonces me contestó:

―¿Y qué? Yo en el kínder ya podía darte clases de piano.

Humillarme no era necesario, Lu.

Se lo dije, claro, entre risas. Y se acercó a mí para darme un beso en la mejilla y después de preguntarle a mi madre si se quedaba a cenar con nosotros, se fue en dirección a la cocina, mi madre la miró alejarse y después de un rato, me dijo:

―¿Has notado que Luna cambia de tema cuándo pregunto algo sobre su familia?

―Porque preguntas mucho tal vez. Déjala que ella decida cuándo se sienta cómoda para presentar a su familia, o si no quiere hacerlo.

―Me gustaría hacer una cena, es todo. Veo que ustedes van muy en serio aquí. ―Señaló al gato que estaba acurrucado sobre el piano y continuó: ―¿Pero tú sí los conoces, verdad?

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Where stories live. Discover now