Capítulo 8

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Gabriel.


Despierto de golpe con el corazón latiéndome a toda velocidad, incorporado en la cama, buscando un lápiz a tiendas, diciendo en voz alta:

―¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

Caigo en cuenta que estoy en mi habitación, sobre mi lecho y ni siquiera ha sonado la alarma. Suelto un gruñido, me dejo caer de espaldas sobre el colchón y me quedo ahí un rato más con los ojos cerrados.

Esto es culpa de Juan, todo es culpa de Juan.

Abro un ojo, recuerdo que corrí las cortinas anoche justo antes de acostarme entonces no tendría por qué la claridad estarme dando en lleno. Abro los dos para dar un vistazo minucioso a mi habitación, lento y detallado, de pronto mi celular suena provocándome un horrible susto.

―Mierda. ―Exclamo. Extiendo mi mano para tomar el celular y lo primero que mis ojos ven es un mensaje de Cristal. Respiro profundo cuando leo «¿Tienes tiempo a la hora del almuerzo? Tenemos que hablar» Ni siquiera cuando terminó conmigo utilizó esas palabras. Algo me dice que está bastante cabreada.

Y no me interesa.

Cierro la ventana del chat de Cristal y lo que me aparece en la pantalla ahora es la fotografía que le había tomado a Luna en el restaurante antes de mandársela a Juan.

Luna...

Borraré mi perfil de Se Busca Novia.

―Buenos días. ―Escucho de pronto, de la impresión me caigo de la cama dándome un terrible golpe en la espalda. Me quedo ahí, viendo hacia el techo, conteniendo las ganas de levantarme solo para ir a darle un golpe a Juan. ―Vaya, estás despertando y ya tienes un mal día.

―¿Qué diablos haces aquí? ―Digo en pausas, él se está acercando. Tal vez debería cerrar la puerta cuando duermo, pero de eso se trata vivir solo ¿no? Poder dormir cómo quieras, sin que nadie interrumpa en tu privacidad. Me quedo en el mismo lugar, pero con un gesto de furia. El me da un vistazo con una ceja enarcada y una taza de café en manos ¡Mi taza de café en sus manos! ―Juan... ―Miro mi reloj. ―¿Qué carajo?

―¿Qué? Fuiste tú quién me dijo donde guardabas la llave de repuesto.

―¡Sí! ¡Para emergencias! ―Recalco. ―¡No para que entres cuando se te dé la gana! ¿Qué tal si estuviera desnudo? ―A Juan le importa poco. Solo mira su reloj, se aparta el saco para ponerse la mano en la cintura, se recuesta de costado sobre el pilar de mi ventana, toma un sorbo del café y me dice:

―No tienes nada que me impresione, Gabriel. Ahora, ponte de pie inmediatamente porque sí es una emergencia... Es más de las siete y tú ni siquiera te has levantado.

―No es... ―Me detengo, porque la claridad que está entrando por mi ventana es bastante más potente que los otros días que me despierto para ir al trabajo. Además, en lo último que pensé ayer fue en la bendita alarma y, además... a ver... no... yo no puedo estar tarde. ―¡Mierda!

Me pongo de pie de un salto cuando veo la hora en la pantalla de mi teléfono celular y constato que, definitivamente, estoy tarde. Lo primero que hago es meterme al baño, intentar asearme, vestirme, arreglarme y salir de mi casa con un aspecto presentable en tiempo récord mientras Juan aguarda en la puerta de mi coche con la intención de llevarse mi taza de café y si hace eso sé que no va a regresar a mi estante.

―Mi auto se averió. ―Me dice. Le quito mi taza de las manos, boto el café en el pavimento y la guardo en el asiento trasero. ―¿Es en serio?

―Te conozco lo suficiente como para saber que esa taza no va a regresar a mi casa, así como las corbatas, los platos, mis calcetines, etcétera.

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Where stories live. Discover now