Capítulo 13

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Luna

Despierto de golpe, sentada en la cama, con la respiración rápida, palpando la cama donde estoy. Tomo una calada de aire y me dejo caer de regreso sobre el colchón. Joder, qué pesadilla.

Cierro los ojos un momento, con las manos sobre la cara, tomando otra respiración fuerte hasta que los pulmones me arden. Dejo caer los brazos extendidos sobre la mullida sábana y me quedo viendo el techo. Mi vista va del cielo blanco, a la lámpara colgando y después al reloj sobre la pared.

Son las seis en punto.

Menuda hora para despertar.

Intento volver a dormirme pero es imposible cuando las escenas rondan en mi cabeza otra vez. Suspiro y me pongo de pie de un salto. Voy hasta las cortinas y al momento de correrlas ahogo un grito cuando me encuentro con un hombre colgando desde afuera limpiando el ventanal. Él continúa haciendo su trabajo, sin verme. Carajo. Mejor cierro las cortinas de nuevo.

Antes de salir de la habitación, doy un vistazo hacia el pasillo por si Gabriel se encuentra ahí, miro el sitio despejado me voy directo al baño para lavarme la cara, los dientes y de paso pellizcarme las mejillas porque maquillaje no voy a ponerme tan temprano. Cuando me miro medianamente decente, salgo de ahí y un olor a comida me envuelve entera, ahora me ruge el estómago y cuando llego a la cocina, lo siguiente que veo es algo para lo que no estaba preparada.

Digo, nunca en mi vida había despertado y me había encontrado con un hombre sin camisa, cocinando y tarareando por lo bajo alguna canción que no logro reconocer, pero supongo que es la que está escuchando porque lleva audífonos; pero no es todo, tiene una toalla en el cuello y el cabello ligeramente húmedo parece que acaba de ejercitarse.

¡Carajo! Que tener un orgasmo visual tan de mañana debería ser un delito.

―Buenos días, Luna. ―Escucho a mis espaldas. Ahogo un grito que hace a Gabriel voltear a ver con impresión. El sirope se le ha caído y me ha salpicado. ―¿Estabas muy intrigada, no? ―Pregunta Juan, el amigo de Gabriel, con picardía. Maldita sea.

Con la mano en el pecho intento recuperar la respiración, al parecer, hoy es un buen día para morir del susto.

―Ahora tú vas a recoger eso. ―Le dice Gabriel a su amigo señalando el caos que hay en el piso. Juan lleva ropa deportiva, así que lo más seguro es que sí andaban ejercitándose. Toma una botella de agua del refrigerador y se vuelve a Gabriel:

―No, yo... ―dice, viendo su reloj. ―ya me voy. Es tarde. ―Todo esto lo dice mientras camina hacia Gabriel, le dice algo al oído, toma un plato, unas tostadas francesas y antes de salir por la puerta, se vuelve a mí: ―Fue un gusto verte, Luna. Puedes seguir admirando el paisaje. ―Señala el ventanal, pero en el recorrido de su dedo señala a Gabriel. Carajo.

―Me devuelves mi plat... ―Juan cierra la puerta. ―Maldición.

Me vuelvo a Gabriel quién también se ha quedado viendo el lugar por el cual Juan desapareció, después su vista cae en mí, especialmente cuando se me ocurre saborear la gota de sirope que me ha caído en el brazo. Suelta una risita, pero no dice nada y antes que suelte cualquier cosa, pregunto:

―¿Qué haces despierto tan temprano?

―Ejercitarme. ―Además le agrega que va a por el trapeador. Me ofrezco yo a ir por el objeto pero Gabriel no me deja, me hace sentarme sobre una butaca frente al desayunador y me pregunta: ―¿Qué haces tú despierta tan temprano?

―Tuve una pesadilla. ―Lo veo alejarse por el pasillo y hasta que regresa, continúo: ―Soñaba que el señor de la avena Quaker me estaba siguiendo. ―Gabriel enarca una ceja y se detiene frente a mí. ―¿Crees que se parezca al abuelo de tu ex?

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora