Capítulo 42

53.7K 7.1K 4.4K
                                    


Gabriel

Creo que ya lo dije una vez: Últimamente ni yo sé qué es lo que estoy haciendo.

Hasta hace poco mi vida era sencilla, solo consistía en despertarme, tomar una ducha, alistarme para ir al despacho, comer, trabajar, dormir y ya. Y lo de dormir desde hace tiempo no se me daba tan bien... hasta hoy, pero a ver... que ese es tema para otro momento.

Hablando de dormir...

Me despierto de golpe porque la cantidad que he dormido se me hace sospechosa y la luz que está entrando por la ventana también. Tardo un momento en que mis ojos se adapten a la claridad y lo primero que veo son las patas del gato y tras él, el cabello de Lu. Siento un ligero dolor en la frente y cierro los ojos un rato masajeándome la sien cuando de pronto imágenes de la noche anterior se comienzan a reproducir como gifs dentro de mi cabeza.

Luna sobre mí.

Yo sobre ella.

El piano.

Carajo.

Extiendo mi mano sobre la mesa de noche para tomar mi teléfono y ver la hora, pero cuando me muevo para ponerme de pie siento los colmillos de la fiera sobre mi cuero cabelludo haciéndome soltar un grito, provocando que Luna se despierte asustada y el gato se sobresalte corriendo sobre mi cuerpo y lanzándose de la cama.

Hijo de...

Como decía, mis días tranquilos ya no existen.

―¡Pantuflas! ¡No puedes morder a papá!

El comentario de Luna provoca que casi me ahogue con mi propia saliva y esto hace que termine de despertarme por completo. Tomo el vaso con agua hasta la mitad que tal vez tiene dos días de estar aquí sobre mi mesa de noche, pero es lo que menos me importa ahora mismo. Le digo a Luna, con sorna:

―Exijo la prueba de paternidad porque no es posible que yo tenga un hijo tan maleducado. ―Ni siquiera escucho lo que me contesta, porque miro mi teléfono celular y la hora y la llamada perdida de Juan y los dos correos. ―Mierda.

Me pongo de pie de un salto. Luna me pregunta la hora y cuando se la digo se levanta despavorida también. Busco mi ropa ¿Dónde carajos está mi ropa? Vale, afuera ya me acordé, pero... a ver... qué importa la ropa ya si Luna ya me conoce hasta el alma.

En fin, tomo la primera toalla que me encuentro y amarrándomela de la cintura, me vuelvo a Lu:

―Por cierto, por culpa de la fiera olvidé darte los buenos días ¿Cómo amaneces, Lu?

A lo que ella con una sonrisa pícara y ajustándose una bata a la cintura, de hecho, ajustándose mi bata a la cintura, contesta:

―¡Uf! Contentísima. Es más, te devolveré el cerdo holandés que te había quitado.

―Pues yo sí espero que estés contenta, porque ahora te cobraré cinco cerdos holandeses más.

Solo escucho la carcajada suya cuando me alejo y justo en el momento que me encierro en el baño me llega otro correo que me hace caer en cuenta que solo tengo algunos veinte minutos para salir corriendo de aquí si quiero llegar a tiempo. Y lo hago, no sé cómo. Después de alistarme en tiempo récord, camino a la cocina contestando los emails que tengo pendientes y después de darle enviar al último me acerco al espejo para ponerme la corbata mientras hago una llamada que mi cliente no contesta. Escucho que alguien toca la puerta y cuando abro a la persona que me encuentro es a Caterine, mi madre, y mi primera reacción al verla es:

―¿Qué haces aquí, mamá?

―Oh, sí. Buenos días también Gabriel ¿Yo? Yo amanecí muy bien, gracias. ―Habla con sorna, da un paso al frente sin que yo se lo pida y aunque le digo que necesito irme al trabajo, ella continúa: ―No es a ti a quién busco, Luna y yo vamos a desayunar juntas, pero puedes tomarte un día libre y venir con nosotras si quieres, ya estás tarde de todas formas.

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Where stories live. Discover now