Capítulo 9: El gato negro

308 47 30
                                    

Durante el verano, Camilo se dedicó a trabajar a tiempo completo en la galletera de su familia, así que nos veíamos únicamente una vez a la semana, siempre con más gente, evitando a toda costa estar a solas.

Al comenzar el quinto semestre, su ausencia fue más evidente: dejó de pasar por mí para ir a la escuela, casi nunca comíamos juntos y ya no nos reuníamos para hacer la tarea.

Una noche me llamó para decirme que no podría pasar por mí para ir a su partido de baloncesto, proponiendo que lo alcanzara en el centro deportivo si aún quería ir. Le di una negativa rotunda y le colgué.

—Es como si tuviera un novio imaginario —dije, lanzando el teléfono sobre la cama, a un lado de donde Ana estaba sentada.

—Sería el colmo de la psicosis tener un novio imaginario que te hiciera enojar de este modo —Levantó la vista—. ¿Estás segura de que quieres que me quede con estos CDs? Vas a regresar en un año, no te vas para siempre...

—No me los puedo llevar y no quiero que se quedan aquí, acumulando polvo — respondí, dando vueltas de un lado a otro.

—¿Qué piensas hacer respecto a tu novio imaginario?

—Voy a terminar con él —aseguré.

—Eso dijiste hace un mes.

—Ahora va en serio.

Dejé pasar una semana entera sin buscar a Camilo ni contestar sus mensajes; no era el enojo lo que me impedía hablar con él, sino la tristeza de saber que cuando por fin lo hiciera, sería para terminar nuestra relación.

Una tarde, al verlo comiendo solo en la cafetería, me armé de valor y me senté frente a él.

—Tenemos que hablar —dije con seriedad.

—No hagas esto, Eva —Dejó su hamburguesa sobre el plato, limpiándose las manos con una servilleta de papel—. No termines conmigo; no aquí y no porque te cancelé para un juego sin importancia —Estiró la mano sobre la mesa intentando tomar la mía.

—Sabes bien que no es por el juego —Retiré la mano—. No tenemos por qué prolongar una relación que únicamente nos hace sufrir. Tú y yo no somos así.

—No éramos así, hasta que decidiste cambiar las reglas —respondió con rencor.

—Honestamente, no necesito de este comportamiento pasivo-agresivo —Me puse de pie—. No me busques, Camilo, esto se acabó.

Me marché. Él no intentó detenerme.

Pasaron dos semanas y estaba comenzando a acostumbrarme a la idea de estar sola, cuando a Camilo se le ocurrió comenzar a buscarme nuevamente.

No me resultó difícil ignorar las primeras tres o cuatro llamadas, pero su insistencia no tardó mucho en desgastar mi fuerza de voluntad. Cuando por fin sucumbí al deseo de escuchar su voz, terminé por aceptar su invitación a cenar.

La noche siguiente Camilo pasó por mí, luciendo radiante con una camisa color humo de mangas largas, apenas recogidas. Unos pantalones sastre negros, un elegante cinturón y unos finos zapatos del mismo color.

Al verlo tan elegante, dudé que el vestido que había elegido fuera suficiente para la ocasión. Me detuve al pie de la escalera y miré hacia arriba, considerando regresar a mi habitación para cambiarme.

—Estás hermosa —Se apresuró a decir, adivinando mis pensamientos.

Mi mamá, que estaba saliendo del estudio, nos miró a ambos y sonrió.

Sólo a ella | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora