Capítulo 19: La galleta de la fortuna

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Una tarde de mayo, después de haber visto una película muy mala en el cine, Alex, Sebastián y yo decidimos almorzar en el área de comida rápida del Eaton Centre, el centro comercial más grande de la ciudad. Alex se compró dos hamburguesas, Sebastián una enorme ensalada tailandesa, y yo un «trío» de comida china, mismo que dejé sin tocar, para saltarme directo a la galleta de la fortuna.

Mientras Alex y Sebastián discutían las incongruencias de la película, abrí mi galleta y leí el papelito del interior. Inhalé profunda y ruidosamente como resultado de la sorpresa.

—¿Qué pasó? —Sebastián me miró, dejando su argumento a medias.

—¡Mi galleta de la fortuna!

Alex hizo una mueca, y pude entender en su expresión, que presentía lo que vendría a continuación.

Sebastián me miró, luego a él, nuevamente a mí.

—¿Qué pasa con la galleta? ¿Está suave? ¿Podrida? ¿Encontraste un dedo adentro?

—Dice que pronto se presentará un evento que me cambiará la vida.

—¡Lo sabía! —dijo Alex entre risas, casi atragantándose.

—¿Es broma? —Sebastián estaba verdaderamente intrigado, hasta entonces no había presenciado ninguno de mis episodios con las señales.

—No —Le mostré el papelito—, en verdad dice eso. Y del otro lado está en francés, mira —Volteé el papelito frente a su cara.

Sebastián empujó mi mano gentilmente. Me miró, preocupado, casi con lástima.

—¿De verdad crees que esa es tu fortuna? Se manufacturan millones de estos papelitos con exactamente el mismo texto —Miró a Alex—, y la gente que los escribe ni siquiera tiene buena comprensión de la gramática, no creo que el destino les dicte tan mal sus grandes esquemas.

—Entiendo tus argumentos y son perfectamente válidos —La postura de abogada que había practicado durante años en toda discusión familiar, entró en acción—. Sin embargo, aunque existan millones de galletas con el mismo mensaje, repartidas por todo el país, ésta me llegó a .

—¿Y eso te basta para asumir que eso es lo que te va a suceder?

—Sí. O por lo menos, lo tomo como una señal de que debo estar atenta a las oportunidades que están por presentarse.

Sebastián miró a Alex, y yo leí en sus ojos una súplica de apoyo.

—A mí no me metan en esos cosas —respondió él con su acostumbrado tono desinteresado. Mientras hablaba, yo podía distinguir perfectamente el pedazo de vaca moviéndose de un lado a otro en su boca.

—¿Cómo puedes escucharla decir estas cosas y no hacer nada al respecto? —Sebastián hizo a un lado su plato, aún con un poco de ensalada—. Esta situación ya me hizo perder el apetito.

—No soy su madre —Se defendió Alex—. Al principio lo intentaba; pero ya no más. Le he dicho que la universo no manda señales en centavos del suelo ni en escaleras atravesados en la acera ni en gatos negros —Luego me señaló—, pero él nunca me escucha.

—¡Soy supersticiosa! ¿Qué hay de malo en eso?

Alex se metió a la boca el último pedazo de hamburguesa, meneando la cabeza de un lado a otro.

—Eva —Sebastián comenzó con un tono tranquilo, como el de un hermano mayor preocupado—, no está bien renunciar de ese modo al derecho y la responsabilidad de elegir lo que haces o dejas de hacer. No puedes ir por ahí, concediéndole ese poder a objetos inanimados como si éstos estuviesen más capacitados que tú para hacerlo.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now