Capítulo 21: Manzana + Eva = Catástrofe apocalíptica

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Las semanas previas al concurso, fueron altamente demandantes. Como resultado de la presión del tiempo, Hope y yo consumíamos cantidades malsanas de café y disfrutábamos de escasas horas de sueño.

Nuestra lista de pendientes era larguísima y contábamos con muy pocos días para terminarlos. Pasábamos casi todas las horas del día juntas, pero nuestras conversaciones se limitaban a temas netamente de trabajo; el tiempo no nos alcanzaba para más.

Primero tuvimos que crear la hipótesis del diseño, después la zonificación y más adelante, el esquema. Después nos dimos a la tarea de elaborar el juego de planos en los que presentábamos el edificio en planta, alzado, con cortes y perspectivas. Finalmente, después de arduos días de colaboración, pudimos comenzar la elaboración de la maqueta.

Entre semana, le dedicábamos varias horas a nuestro proyecto después de clases, y los sábados, el día entero; pero nunca los domingos. Ella trabajaba a tiempo parcial en una tienda departamental para contribuir en el pago de sus estudios, pero dadas las exigencias del concurso, había solicitado un permiso especial para laborar únicamente los domingos hasta que lográsemos concluir el proyecto.

Las horas a su lado se iban muy rápido; demasiado rápido. Y aunque nuestras conversaciones fuesen limitadas a decisiones sobre le proyecto, yo disfrutaba cada mirada sostenida, cada sonrisa de complicidad y cada roce involuntario de nuestras manos cuando ambas intentábamos tomar el mismo lápiz o el mismo escalímetro.

El resto del tiempo se me iba lento en la espera casi subconsciente de volver a verla. Los domingos, después de terminada la misa del padre Carson, el tiempo parecía convertirse en una cuenta regresiva extremadamente lenta hacia el lunes.

Algunos domingos los aprovechaba para ponerme al corriente con tareas que había dejado atrasadas; otros, los utilizaba para recuperar horas de sueño. Pero hiciera lo que hiciese, una cosa era segura: si Hope venía a mi mente, no se iba.

Fue precisamente uno de esos domingos que mi subconsciente decidió, por fin, ponerme al corriente de todo lo que había estado acumulando por meses.

Me había acostado a dormir alrededor de las siete de la noche, con la intensión de dormir doce horas seguidas antes de tener que levantarme para ir a la escuela, pero mi mente tenía sus propios planes.

Recuerdo estar soñando que yo era dos personas: una que iba de la mano de Camilo, caminando por el Parque de las Américas en Mérida; la otra observaba desde lejos a la primera. La Eva que estaba con Camilo sonreía, compartía un helado con él, le embarraba helado en la nariz y luego le limpiaba la cara.

Así, desde lejos, parecía plena, feliz y realizada. La Eva que observaba, sentía envidia de lo que veía. La Eva que estaba con Camilo volteaba de repente, como si alguien la hubiese llamado, se agachaba y abría los brazos para recibir a un niño que venía corriendo hacia ella. Luego, se ponía de pie con el niño entre sus brazos y Camilo se acercaba para abrazarlos a ambos. La Eva que observaba, tiraba la colilla de un cigarro en el suelo, lo pisaba y se iba.

Después vino un sueño bastante ajetreado en el que yo cargaba un sobre que contenía documentos muy importantes. Corría por escenarios que parecían réplica de las mejores películas postapocalípticas que había visto hasta entonces: calles vacías, autos incendiados, edificios a medio derrumbar.

Entré a un estacionamiento queriendo esconderme de lo que sea que me perseguía, pero no pude escapar del ataque de una marejada de zombis. Lo último que vi fue el sobre cayendo al suelo, antes de que la oscuridad se apoderase de mí.

Después de la oscuridad vino una luz muy tenue y entonces la vi. Hope lucía tan hermosa como sólo puede hacerlo un ser humano en las fantasías de alguien más. Su piel desprendía un brillo irreal, como si la luz no le tocase el cuerpo; como si rebotara al acariciar su aura.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now