Capítulo 36: El chahuistle

243 37 40
                                    

Sofía y yo pasamos juntas el resto de ese sábado y también el domingo. Cuando el retiro acabó, ella ofreció llevarme en su auto de regreso a Mérida. Yo había utilizado el transporte que la escuela había rentado para quienes no teníamos otra forma de ir, así que me resultó muy conveniente regresar con ella a la ciudad.

—Me la pasé muy bien —Le dije cuando íbamos a la mitad del camino.

—Entonces, ¿quieres que sigamos viéndonos? —ofreció, su tono sugería que le daba igual si aceptaba o le daba una negativa.

—Sí, pero nadie puede enterarse.

—Cuenta con ello —respondió.

—Entonces, mientras estemos en la escuela será como si no nos conociéramos —dije, más para mí que para ella, intentando visualizar la mecánica de la situación—. Afuera, cuando estemos a solas, será distinto.

—Precisamente —Sofía asintió sin dejar de mirar la carretera.

Llevaba un poco más de dos meses saliendo con Sofía, cuando Ana aprovechó un viaje de regreso de la escuela para interrogarme.

—¿No me vas a contar? —preguntó, de la nada, sin darme preámbulo, pero yo sabía exactamente por dónde iba.

—No puedo, si lo hago, tendría que ponerte a dormir con los peces.

—¿Desde cuándo te la pasas citando películas? —preguntó, usando un tono disimuladamente despectivo—. Me cansa escucharte hablar así.

—Eso es porque nunca sabes de qué película viene cada cita —dije, jugando.

Ella hizo un sonido que bien pudo haber sido una risa contenida, un pujido o una queja.

—Tal vez, pero es nuevo y no puedes negar que es algo que alguien más te contagió.

Encogí los hombros.

—¿Por qué no me dices? —insistió, usando un tono chillón que me causó escalofríos.

—Porque se lo prometí.

—¿Entonces hay alguien? ¡Lo sabía! —Cerró el puño derecho y lo apretó con fuerza en señal de victoria.

—Por supuesto que hay alguien —respondí—. Y por supuesto que lo sabías, siempre sabes. No hay nada que pueda ocultarte.

—Entonces, ¿por qué te empeñas en mantener el secreto? Soy tu mejor amiga... si no me lo dices a mí, ¿a quién?

—Ana —comencé—, eres mi única amiga. Es literal que si no es a ti, no tengo a quién más decírselo.

—¿Lo ves? —insistió—. ¡Cuéntame!

Así fue como finalmente me rendí y le conté sobre Sofía, la naturaleza casual de la relación que llevábamos, el prometido que tenía en Aguascalientes, sus planes de regresar a su ciudad natal al finalizar su carrera y las razones más que obvias por las cuales preferíamos mantenerlo en secreto. Pero especialmente, me aseguré de que supiera que desde que estaba con ella, Maléfica había dejado de imperar en mis pensamientos, y que eso me hacía extremadamente feliz.

Como cualquier buena amiga lo hubiera hecho, Ana me advirtió que tuviera cuidado. También me encargó mucho que no permitiese que nadie saliera lastimado, especialmente yo.

Le prometí que todo estaría bien, que no tenía nada de qué preocuparse y dejé la conversación ahí. Si le hubiera contado sobre las constantes ocurrencias y locuras de Sofía, ella hubiera puesto el grito en el cielo y me hubiera prohibido terminantemente continuar con esa relación.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now