Capítulo 43: Altamente improbable

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Tanto Ana como la abuela Margarita me dejaron bien claro que encontraban ridícula la noción de que mis problemas podrían arruinar el futuro de Sofía. Ambas estaban de acuerdo en que ellas, de haber estado en su lugar, me hubieran mandado directito a la chingada, sus palabras, no las mías, por haberle dicho que todavía tenía sentimientos hacia Hope.

Dijeron que tenía que llamarle y disculparme con ella cuanto antes. Quizás tenían razón, pero yo necesitaba unos días para obtener un poco de claridad.

Además de Sofía, había una cosa más ocupando mis pensamientos: una intensa preocupación por la asignatura de Coordinación de proyectos y obras, en la que había sido expulsada de mi equipo; ese proyecto que no logré entregar constituía el treinta por ciento de la calificación total del semestre, por lo cual requería una marca perfecta en el examen final, de lo contrario me vería en la necesidad de repetir la asignatura durante el verano.

La realidad era, que desde el momento en que había entregado mi examen supe que mis marcas no serían perfectas.

—No tienes nada de qué preocuparte —aseguró mi abuela cuando le conté—. Y deja de estar leyendo los clasificados; ya te dije que no necesitas encontrar trabajo —Se levantó y me quitó el periódico que tenía en las manos.

—No planeo convertirme en una carga para ti —Le dije, recuperando el periódico.

—Ya te dije que prefiero invertir el dinero que me dejó tu abuelo en tu educación, que dejárselo de herencia a las mosquitas muertas de tu mamá y tus tías —respondió mi abuela, enojada porque mis tías le habían reclamado que estuviera dándome asilo—. Ninguna de ellas merece un centavo.

No respondí. No supe qué decirle para disculparme por haber volteado su vida de cabeza. Ahora, por apoyarme, estaba en problemas con sus tres hijas y varios de sus nietos.

—Nada de esto es tu culpa —dijo, adivinando mis pensamientos—. Esto lo provocaron: tu papá con su cerrazón y tu mamá con su incapacidad de tener opinión propia; tus tías se metieron porque no tienen nada mejor que hacer, y tus primos porque son unos malcriados.

Era cierto. Sin embargo, también era cierto que haber ido a refugiarme a su casa era lo que había desatado la ira de todos ellos.

Mi abuela me aseguró que nada de eso le afectaba y que me defendería a capa y espada de quien fuera, por el tiempo que fuese necesario; que yo solamente debía preocuparme por la escuela.

El último día de mayo, recibí un aviso por correo electrónico: las calificaciones finales ya estaban disponibles en el sistema en línea de la universidad. Entré al sitio web, nerviosa, temiendo por mis resultados de Coordinación de proyectos y obras.

La página se cargó con una lentitud tortuosa. Al descubrir los resultados de mis exámenes, varias cosas sucedieron al mismo tiempo: sentí mis ojos abrirse más allá de lo saludable, la fuerza de mi mandíbula se redujo a cero y mi estómago dio un vuelco digno de un trapecista del Cirque du Solei.

Todas mis calificaciones eran reprobatorias.

Todas.

Todas.

Mi corazón experimentó lo más parecido a una taquicardia mientras la pantalla me escupía resultados en números rojos.

«No puede ser, no puede ser, no puede ser», me repetí en silencio una y otra vez. Me puse de pie y di varias vueltas en la habitación. Era imposible, o quizá no imposible, pero sí altamente improbable que hubiera reprobado todas mis materias.

Sólo a ella | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora