Capítulo 28: Sólo a ella

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Quisiera poder contarle que lo que vino después fue como un montaje de película, con una canción de fondo y las escenas sucediendo en cámara lenta. Quisiera poder decir que ese primer beso se prolongó y multiplicó en besos que parecían no encontrar su fin; que pude observar ese beso eterno desde todos los ángulos posibles y también los imposibles, desprendiéndome de mi cuerpo hasta lograr observarme ahí, con las manos enredadas entre sus cabellos; que cuando ella por fin me miró, su rostro resplandecía bajo el juego de luces del club.

Quisiera poder narrarle que Hope me tomó de la mano, sin tener que decir palabra y me condujo hacia la salida del bar, corriendo, casi flotando, por un camino que se abrió mágicamente entre la gente. Quisiera poder narrarle que en un santiamén ya estábamos en su departamento; que en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en su cama, desnudas, haciendo el amor al ritmo de Strict Machine.

Sin embargo, la realidad fue un poquito distinta.

Después de mi respuesta temblorosa: «porque no sé qué sigue ahora», Hope me miró con una combinación de ternura y deseo. Entonces noté que la siguiente canción ya estaba sonando y nosotras éramos las únicas dos personas paradas en medio de la pista sin moverse.

Hope se acercó para hablarme al oído.

—¿Quieres salir de aquí? —Luego se alejó para mirarme a los ojos en espera de mi respuesta.

Asentí. Ella me tomó de la mano y comenzó a conducirme hacia la salida. Mientras caminábamos, chocaba con la gente, viéndome en la necesidad de empujar a una mujer tras otra para poder abrirme paso y seguir a Hope de cerca.

Antes de marcharnos, pasamos por la mesa para despedirnos de los chicos. Alex ya estaba de regreso, buscando una vez más el fondo de su vaso; él me dirigió una mirada y una sonrisa de complicidad, y yo me sentí ruborizar.

Al poner el primer pie fuera del club, comprendí que no había medido las implicaciones de aceptar la propuesta de Hope. Una parte muy inocente de mí, aún estaba convencida de que iríamos a un café a platicar sobre mis sentimientos, hasta que noté que estábamos caminando en dirección a la estación de metro más cercana.

Tuve miedo; ahora estaba absolutamente segura de no estar lista para lo que venía después.

Aún era temprano, el metro estaba casi tan lleno como a la hora pico, por lo que tuvimos que ir paradas, muy juntas, en un rincón del fondo del vagón. No tenía valor para mirarla a los ojos o emitir sonido alguno.

Cuando por fin reuní las agallas de levantar la vista, mis ojos se clavaron en sus labios. Ella me hablaba mientras acariciaba mi cabello, pero yo no escuchaba lo que decía. Entonces nació nuestro segundo beso y con éste, vinieron más, que hicieron el camino más llevadero, pero no menos eterno.

Las luces del metro parpadearon al pasar por la estación previa a la suya. Eso fue lo más cercano que tendría a fuegos artificiales en el trasfondo de mi escena de película romántica.

Después de bajar del metro, caminamos dos cuadras hasta llegar a su departamento. Ninguna de las dos pronunció palabra; no me sostuvo la mano, ella caminaba a su propio ritmo y yo tenía que mantener un paso rápido para ir a su lado.

Cuando llegamos a su departamento, me invitó a tomar asiento en el sofá, encendió su laptop para poner música y luego se fue a la cocina.

Minutos más tarde, regresó con dos tazas de té y se sentó en el extremo opuesto del sofá, cuando menos, a un metro de distancia.

Té, espacio; el escenario y las circunstancias no parecían tan alarmantes como lo que había estado imaginando desde que salimos del club.

—Soy virgen —dije sin rodeos. Supuse que era mejor que supiera de una vez lo que estaba pasando por mi mente.

Sólo a ella | #PGP2024Where stories live. Discover now