Capítulo 26: La resaca, la libélula y los mariscos

289 42 27
                                    

El tercer evento se dio el viernes siguiente, después de que Valerie anunciara al equipo ganador del concurso. Saber que no habíamos ganado y tampoco lo había hecho el equipo de Alex y Sebastián, me había roto el corazón y las ilusiones.

—Creo que tu galleta de la fortuna estaba un poco equivocada —Se apresuró Sebastián a burlarse de mí.

Me encontraba tan decepcionada, que no se me ocurrieron palabras para responder. Había estado tan segura de que ganaríamos, que nunca consideré la posibilidad de un resultado distinto.

—No pasa nada —Hope posó su mano sobre la mía—. Es solamente un concurso, no significa nada.

No respondí; intentaba comprender cómo era que los tres estaban tan relajados respecto a lo que acababa de suceder. Al parecer ninguno de ellos veía el significado trascendental del concurso.

Para mí era tan claro como el agua: yo quería ser la mejor arquitecta de Yucatán... De acuerdo, no solamente de Yucatán sino de todo México. Quería tener un nombre famoso, uno que se convirtiese en sinónimo de innovación, de ideas majestuosas y construcciones que se volviesen piezas emblemáticas.

No quería ser una más del montón, deseaba dejar huella en la historia... y ganar el concurso, en teoría, tendría que haber sido el primer paso para alcanzar esa meta; un primer hito para agregar a mi curriculum vitae. Resultar ganador de un premio, por pequeño que fuera, mandaba una señal clara a todos los compañeros y profesores, de que aquí había alguien que se estaba perfilando para ser un gran profesional.

En cambio, esos elogios que debieron haberme pertenecido, los recibiría alguien más. Peor aún, había dos estudiantes en mi generación que ya estaban demostrando ser mejores que yo y cuyos portafolios de trabajo tendrían un primer gran mérito.

Estaba devastada. Alguien me había arrebatado el futuro. Mientras tanto, Alex, Hope y Sebastián, se veían tan frescos, como si nada de importancia acabase de acontecer.

En algún momento noté que había estado balbuceando absolutamente todo lo que estaba pasando por mi mente. Y mis amigos, más allá de estar frescos como yo pensaba, estaban divertidos con mi diminuto colapso nervioso.

—Lo que tú necesitas —comenzó a decir Sebastián, mientras me jalaba del brazo gentilmente—, es embriagarte para olvidar tus penas.

—Excelente idea —dijo Hope, acompañándonos hacia el camino empedrado que conducía a la entrada principal del campus.

—¿Calle Church? —preguntó Alex.

—¿A cuál otra? —respondió Sebastián.

Fuimos a un bar cuyo nombre no puedo recordar. Tampoco puedo recordar mucho de la noche, la conversación o lo que tomamos. Recuerdo vagamente que estuvimos consumiendo una jarra tras otra de cerveza, hasta que Hope propuso que nos fuéramos mientras aún pudiéramos caminar. Claro que a esas alturas yo estaba tan mal, que hasta caminar me ponía en mas peligro que un deporte extremo.

Las calles me parecieron interminables, lo único que sabía a ciencia cierta era que Hope estaba cuidándome. No sabía en dónde estaban Sebastián y Alex, pero no tenía mucha capacidad mental para preocuparme por el paradero de ninguno.

Al abrir los ojos con la luz de la mañana, estaba en mi cama, usando mis pijamas y tenía un dolor de cabeza monumental.

Al voltear a mi izquierda descubrí un vaso con agua sobre mi cómoda y a su lado, una botella de Aspirinas; me incorporé con mucho trabajo, tomé dos pastillas y me bebí el vaso entero antes de dejar todo como lo había encontrado.

Sólo a ella | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora