1. Los barrios altos

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El vespa de color rosa pastel se detuvo de golpe en un semáforo

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El vespa de color rosa pastel se detuvo de golpe en un semáforo. Danielle apretó los ojos, pensando que iban a chocar con el auto de al frente. El susto no pasó, pues el tipo de atrás tocó la bocina y luego lanzó un insulto. Algo sobre su gordo trasero, cosa que incluso hubiera sido linda, pues en realidad ella ni nalgas decentes tenía.

—Tú quieres matarme —le dijo a su amiga, quien conducía. Milla se carcajeó, y como el tipo de atrás seguía insultando, solo mostró su dedo medio justo antes de arrancar.

—¿Pero te moriste? —bromeó Milla. El semáforo cambió a verde, y ese pequeño vehículo que hasta parecía de juguete, arrancó a una velocidad sorprendente.

—Ya entendí que estás apurada, pero tal vez podrías, no sé... ¡¿Respetar las malditas señales de tránsito?!

—Es que son muchas...

—¡Solo mira al frente y no nos mates en el camino!

—¡Me estás desesperando, Dani! Déjame conducir o de verdad nos vamos a morir.

—Bien, no digo nada.

Promesa que, por supuesto, no duró más de cinco minutos. Y eso porque hacía buen rato que habían dejado no solo la parte linda de la ciudad, sino la parte decente. Y la más o menos decente, hasta llegar a los barrios altos de El Sirada. Si no la mataba Milla, la mataban cuando le robaran. Si antes le rogó a la chica que respetara los semáforos, en ese momento quiso que se pasara la luz roja, pues al otro lado de la vereda aguardaba gente que sí parecía dispuesta a destriparla por un celular.

—¿Y ya falta mucho? —le preguntó.

—Llegamos en cinco minutos. Y prometo que nos vamos antes que oscurezca.

—¿En el vespa?

—Si quieres, o puedes mandar a llamar a tu chófer.

—Si hago eso, papá mandará a las fuerzas a especiales y a media policía del distrito por mí —bromeó, arrancándole carcajadas a Milla. ¿Lo peor? No había mentira en eso.

—Entonces deja a papi de lado por hoy. Ya te regañará mañana cuando se entere que te escapaste conmigo.

—Hablas como si no fuera capaz de castigarme en serio.

—¿Y qué es lo peor que podría hacerte? ¿Cancelar tu fiesta de cumpleaños?

—Eso no va a pasar —dijo convencida. Tal vez le quitaran algo, o le cancelarían alguna tarjeta de crédito. Pero con la fiesta no se jugaba. Toda la familia estaría allí, y por nada del mundo Raimundo Bautista pasaría esa vergüenza delante de todos.

—¿Lo ves? No te desesperes, ya vamos a llegar. —El semáforo cambió, y Milla aceleró. En verdad que Dani no podía siquiera decir una razón exacta por la que aceptó escapar de la vigilancia de la familia para acabar en ese condenado lugar.

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